La capacidad del arte para despertar emociones en el ser humano y las habilidades creativas intrínsecas a cada persona se han revelado como una forma de terapia, basada en la "medicina de valores", que ayuda a los enfermos de alzhéimer a mejorar su calidad de vida.

Así lo explica, en una entrevista concedida a EFE, el director del Museo Regional de Arte Moderno de Murcia y crítico de arte, Juan García Sandoval, quien participó esta semana en el ciclo "Arte, comunicación y cerebro humano", organizado por la Universidad de Alicante, con una conferencia titulada "Los museos como contenedores de emociones y el poder del arte como terapia contra el Alzheimer".

García señala que en las personas con esta enfermedad neurodegenerativa o con algún otro tipo de demencia es importante "aumentar su autoestima", sobre todo en el ámbito en el que se sienten incapaces de expresarse.

"El arte ayuda a expresar y también a que puedan mejorar, de alguna forma, sus habilidades sociales", ha agregado.

Aunque quizá lo más destacable es que, mediante las emociones que les puedan surgir cuando observan una pintura, escultura o fotografía, llegan a aparecer recuerdos de su vida que habían olvidado, según este experto.

Una persona con alzhéimer pasa por diferentes grados de la enfermedad hasta llegar a la dependencia absoluta, por lo que es imprescindible que este tipo de actividades se realicen mientras aún están en una fase media.

"El arte prolonga los estadios intermedios, mejorando la calidad de vida del paciente y ayudándole a crear nuevas conexiones neuronales", ha detallado.

García ha querido dejar claro que, cuando se trabaja con estas personas, no se busca conseguir una obra de arte sino que el enfermo pueda "plasmar su identidad y su yo" sobre aquello que crea, lo que en definitiva es traer de vuelta recuerdos de lo más profundo de su cabeza.

Es lo que se conoce como "arteterapia" y se basa en el precepto de que "todo el mundo puede ser creativo y que cualquier persona es capaz de crear".

En cuanto al papel que pueden jugar los museos, reconoce que aún queda mucho camino por recorrer, pero apuesta por seguir fomentando una "museología social" en la que los centros de arte "respondan a las demandas de la sociedad y creen vínculos con ella".

El principal escollo es que se deben adaptar las actividades y visitas con, por ejemplo, una iluminación especial, mayor confort para los visitantes o un guía que entienda que debe hablar más despacio para que puedan comprender y conectar con su presente y su pasado, algo que García denomina "ser creativo con el diálogo".

En base a su experiencia personal en este campo narra que, en numerosas ocasiones, la "arteterapia" consigue, incluso, acercar a los familiares a su padre o abuelo, descubriendo vivencias suyas que desconocían.

Y eso es lo esencial, vivir "el proceso, el viaje, todos juntos", hacerle llegar a esos nietos que "su abuelo está ahí y los quiere, aunque no recuerde su nombre", en definitiva, "se trata de romper estigmas".

Las opciones son infinitas: pintura, escultura, fotografía, sabores, olores... Cualquier cosa sirve para despertar a esa persona oculta tras la crudeza de una enfermedad que afecta a alrededor de un millón de personas en España y para la que aún no existe cura alguna.