Las navidades son siempre un momento de alegría, regalos, reuniones familiares y, sobre todo, grandes comidas. Pero en estos días, sobre todo las personas con alguna intolerancia o alergia alimentaria, se han acordado de que no puede comer de todo, y sin duda ha sido duro.

Aunque fastidien de igual modo, no es lo mismo padecer una intolerancia que una alergia, y por eso cabe destacar las diferencias entre ambas. Por una parte tenemos la alergia, un "proceso más reactivo e inmediato", según asegura Antonio Bermudo Benavente, médico especializado en medicina biológica y experto en intolerancias. Es decir, cuando una persona alérgica come el alimento vetado, se produce una situación típica de esas películas en las que intentan "intoxicar" a algunos de los personajes con frutos secos y que, inmediatamente después de tomárselo, nos tronchamos de risa con cómo se le hincha alguna parte de su cara.

Sin embargo, la intolerancia es distinta, se esconde y tarda en aparecer, lo que provoca que a veces no sepamos el alimento que ocasiona dicha reacción. De hecho, después de consumir el alimento, se puede tardar hasta 72 horas en percibir los primeros síntomas. "Cuando lo comes, no notas que el alimento realmente te está haciendo daño, sino que notas las consecuencias día tras día", informa Bermudo.

Para conocer cuál es el alimento que está provocando esta reacción tampoco lo tenemos fácil porque ni en la Seguridad Social ni en muchas clínicas privadas se realiza la analítica de sangre que identifica la intolerancia, la llamada A-200, porque mide la intolerancia a 214 alimentos. No obstante, es una prueba cara -que cuesta unos 200 euros- y, a menudo, según Bermudo Benavente, "ni los médicos conocen el funcionamiento de estas pruebas". "No existe una prueba igual, y las de la alergia clásica no funcionan", insiste.

Ambos padecimientos suceden a raíz de una inflamación del intestino, un órgano que está muy en sintonía con el aparato digestivo, las mucosas e incluso la piel. De esta manera, al padecer tanto alergia como intolerancia, pueden surgir síntomas digestivos como hinchazones, estreñimiento, diarrea, malas digestiones o síntomas como dolores de cabeza, musculares, articulares y fatiga crónica. "Esto sucede porque el intestino, al estar conectado a la mayoría de órganos, hace que su inflamación vaya circulando por todo el cuerpo", explica Bermudo. También son "típicas" las enfermedades de las mucosas, como la rinitis y el asma y, en el caso de la intolerancia, puede llegar a afectar a la piel.

La intolerancia alimentaria comienza con un problema llamado permeabilidad intestinal. "El intestino tiene una membrana muy finita -de unos 3 o 4 centímetros- que la recubre. Esta capa tiene pequeños poros por los que permite pasar nutrientes como vitaminas, minerales o aminoácidos al resto del cuerpo", explica el especialista. "Cuando se sufre permeabilidad intestinal esos poros empiezan a crecer dejando pasar alimentos sin digerir, lo que provoca que el sistema inmune lo ataque y produzca inflamación". "Es un círculo vicioso", insiste, "porque cuanto más se siga inflamando el cuerpo más grande se siguen haciendo los poros".

El doctor avisa de que en Navidad, como en otras fiestas y vacaciones donde se come distinto, puede haber más peligro de sufrir alguna de estas enfermedades, sobre todo con la intolerancia, porque se suele tener menos cuidado que con las alergias. Además, también avisa de que los medicamentos, los antiinflamatorios, los corticoides, los antibióticos, las sustancias químicas, pero, sobre todo, los altos niveles de estrés, pueden provocar permeabilidad en el intestino.

El doctor insiste en que lo que se trata es de llegar al "origen del problema". Para ello, en su clínica ubicada en los Cristianos, lleva a cabo la medicina biológica, es decir, integra la medicina general con técnicas de medicina natural. Lo que le permite no solo recetar los medicamentos típicos sino también utilizar medicina china, terapia con plantas, medicina ortomolecular, nutrientes, probióticos e incluso homeopatía.