Los pediatras están detectando en sus consultas un uso cada vez mayor del móvil por parte de los niños y alertan del riesgo de adicción. Insomnio, estrés, bajada del rendimiento escolar o cambios en la conducta son algunos de los signos que pueden dar la señal de alerta.

El uso de las nuevas tecnologías por parte de los más pequeños es uno de los asuntos que abordaron ayer en el 14º Curso de Actualización en Pediatría, organizado por la Asociación Española de Pediatría de Atención (AEPap).

La presidenta de la AEPap, Concha Sánchez Pina, insistió en que el uso del móvil constituye un problema que, incluso, llega a interferir en la comunicación en las consultas. "Cada vez más los padres llegan con los móviles abiertos y los niños también y están más pendientes de sus teléfonos que de lo que dice el pediatra".

El asunto preocupa tanto a los profesionales que la asociación ha elaborado un "Decálogo para un buen uso de las tecnologías de la información y de la comunicación", que alerta de las consecuencias de una mala utilización. Problemas físicos (dolor de espalda, fatiga ocular, insomnio, sedentarismo..), académicos (menor concentración y rendimiento..), psíquicos (adicción, estrés..) y sociales (aislamiento, pérdida de interés) son algunas de ellas.

Por ello, los pediatras aconsejan a los padres que sean un modelo para sus hijos y que establezcan normas y límites. No permitir que los niños usen videoconsolas, móviles, tabletas u ordenadores antes de los dos años, ni durante las comidas, el descanso o los momentos de comunicación familiar son pautas a seguir.

Aunque la AEPap no establece la edad en la que un niño puede tener móvil, ya que debe ser el padre el que lo valore, la doctora Sánchez Pina es tajante: "cuanto más mayor sea mejor, si es a los 12 años mejor que a los 10".

De la misma opinión es Esther Arén, inspectora jefe de la Policía Nacional y delegada provincial de Participación Ciudadana de Madrid, quien señaló que "la policía nunca va a decir cuándo los padres tienen que dar un móvil a sus hijos", sino que lo tienen que establecer ellos en función de la madurez del niño.

A su juicio, es la mejor forma de evitar casos de ciberacoso (insultos o amenazas), "sexting" (envío de material erótico o pornográfico) o "grooming" (cuando un adulto se hace pasar por menor para chantajear o abusar sexualmente de un niño), unos delitos que se combaten desde la Unidad Preventiva de la Policía Nacional de Madrid.