Esta mañana reabre al público en Madrid la única cafetería de Nebraska que ha sobrevivido al cierre que afecta al resto de locales del histórico grupo, un buen ejemplo del dilema al que se han enfrentado otros establecimientos de la ciudad como Embassy o el Café Comercial, abocados a la muerte o a la reinvención.

El local, ubicado en el número 291 de la calle de Bravo Murillo, ha vuelto a abrir sus puertas gracias a la voluntad de dos exempleados de Nebraska que pensaron que podría ser viable seguir con una parte del negocio tras el cierre de los cuatro establecimientos restantes de la cadena, el pasado mes de enero.

"Estoy asustado, pero con mucho ánimo", cuenta Pedro Simón.

Este antiguo gerente del local se ha convertido en su nuevo dueño junto con Juan Pedro Carrero, que ejercía como responsable de mantenimiento de la cadena.

Cada uno de ellos llevaba más de 40 años trabajando en Nebraska en el momento en que les anunciaron el cierre de los locales por las pérdidas económicas acumuladas durante meses.

Tras hacer "muchas cuentas" y pasar "muchas noches sin dormir" decidieron dar el paso y hacerse con una de las cafeterías de la mítica cadena, que comenzó su andadura en Madrid en la década de 1950.

Antes de ponerse manos a la obra, contactaron con el grupo Corpfin Capital Real Estate, nuevo propietario del resto de los establecimientos y de la sociedad Nebraska Blanco Hermanos.

Necesitaban su permiso para mantener el nombre de la marca, así como parte del mobiliario del establecimiento, el único que estaba arrendado a personas ajenas al grupo original.

En la reapertura han conservado la decoración del local, inspirada en el estilo de los ''diners'' americanos, y tan sólo han hecho algunos "retoques" relacionados con la limpieza, la pintura y la iluminación de las instalaciones.

Tampoco han cambiado la carta de la cafetería, famosa por sus tortitas, sus perritos calientes con salsa de mostaza y sus hamburguesas.

"De momento, vamos a empezar como terminamos, aunque a lo mejor incorporamos algo nuevo", cuenta Simón.

La situación de Nebraska es similar a la de otras cafeterías de Madrid que recientemente han vivido el cierre o la reinvención de sus negocios, como el Café Comercial.

Fundado en 1887, cerró en julio de 2015 pero reabrió con el mismo nombre el pasado lunes sin una licencia válida, ya que continúan con la original a pesar de que su uso ha pasado de cafetería a bar-restaurante.

El grupo de restauración de El Escondite, nuevo propietario del establecimiento, ubicado en la Glorieta de Bilbao, ha cambiado la decoración con un toque más moderno pero conservando la arquitectura y ornamentación originales al tratarse de un local protegido.

Otro café con historia, Embassy, ha confirmado recientemente el cierre del local original de la cadena, en el Paseo de la Castellana número 12.

Aunque no hay fecha concreta, el mítico restaurante y salón de té, inaugurado en 1931 y que fue clave en la Segunda Guerra Mundial por facilitar la salida de judíos hacia Portugal, dejará de ofrecer sus servicios este año debido a la inviabilidad del negocio.

Los tres locales restantes de la compañía (en Aravaca, la Moraleja y la calle Potosí número 8, en el distrito de Chamartín) sí continuarán abiertos ya que en estos casos están centrados en la venta de productos de delicatessen.

Hace años, también tuvieron que afrontar el cierre otros viejos cafés de Madrid como los de las cadenas Manila y California o el establecimiento de Riofrío, junto a la Plaza de Colón, que ahora está ocupado por dos restaurantes de moda.

El director general de la asociación de empresarios de hostelería de la Comunidad de Madrid La Viña, Juan José Blardony, cree que todos estos negocios "no se han sabido adaptar" a los nuevos tiempos, donde las nuevas tecnologías son una de las grandes bazas en la captación y consolidación de público.

"La situación ha cambiado, el cliente ha cambiado y el precio de los servicios que demandan también", asegura.

En la actualidad, añade, los consumidores más jóvenes demandan otro tipo de productos y horarios más amplios que no suelen ofrecer los locales tradicionales, donde además los costes de personal suelen estar "muy por encima de lo que soporta" la competencia.

Con todo, tiene mérito que muchos de los cafés tradicionales sobrevivan o hayan logrado estar varias décadas en activo cuando la vida media de los negocios de hostelería es ahora de cinco años.

Tendrán que pasar varias décadas más para comprobar si la reinvención de algunos de ellos mereció la pena.