A principios de los años 90, Jostein Gaarder (Oslo, 1952) se convirtió en el autor de "El Mundo de Sofía", el libro que acercó la filosofía a los más jóvenes. No ha dejado de ser conocido por el best seller, pero ha incorporado otros dilemas a sus obras. El principal, el efecto del calentamiento global en nuestras vidas. Esta semana participó en el foro Enciende la Tierra, de CajaCanarias, junto a la politóloga Nazanín Armanian para hablar del "punto de no retorno".

¿Cómo influye internet en la percepción de nuestra identidad?

Internet, todo lo que supone la aparición de las redes sociales, ha supuesto un enorme cambio en la sociedad y no creo que hayamos calibrado todavía sus consecuencias. Hoy en día hablamos mucho de los "selfies", pero no deberíamos olvidar que el término "selfie" se parece mucho a "selfish", que significa egoísta. Dependemos de cómo se nos presente en Facebook o Instagram, en las redes. Y hay más preguntas en torno al uso de estas redes. ¿Cómo vemos que una madre esté colgando continuamente fotos de sus hijos en internet? ¿Eso está bien? Es un dilema. Los padres publican mucha información sobre los hijos, y cuando ellos crezcan toda esa información va a seguir allí. Es una indiscreción total. A mí no me llama. Es una falta de vergüenza, de respeto. Pero aunque diga esto, no condeno en absoluto internet, porque es parte de nuestra cultura. Es como si tuviéramos que elegir entre televisión sí o no. No se trata de eso, sino de qué tipo de televisión queremos.

¿No hay debate ético sobre las nuevas tecnologías?

Internet se usa mucho y se abusa mucho también de internet. Detrás de cada persona hay un ser humano, que puede ser empático, amable y, al otro lado, otro que puede ser brutal. En conflictos armados, en el mundo, vemos que internet se usa para movilizar a las personas. Lo vimos en la primavera árabe, la contrarrevolución se gestó así. Independientemente del éxito, la movilización se hizo a través de las redes sociales. A mí me preocupa cómo se utilizan. Por ejemplo, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se expresa a golpe de twitter, ese es su medio. Me preocupa, porque los tuits son por definición muy breves, muy simples, y una persona de cabeza cuadrada como él se limita a esa escueta comunicación.

¿La velocidad del avance tecnológico ha hecho que cambien las preguntas que nos hacemos a nosotros mismos?

Sí. Pienso que sí. No lo exageraría, pero sí que influye. Creo que sería interesante ir a un ritmo emocional más lento. Sería bueno que muchas personas aprendieran a vivir algo en soledad, entendiendo esa soledad como desconectarnos de internet. A mí me encanta estar solo y lo veo como un privilegio, porque vivo en Oslo y en poco tiempo puedo dejar atrás la civilización. Y no solo es que pueda, es que lo hago con frecuencia. He escuchado historias de gente que tiene insomnio porque está constantemente pendiente de cómo van sus perfiles en las redes. En el pasado muy poca gente tenía una vida pública y hoy, sin embargo, todos somos personajes públicos. Cuando yo era niño teníamos una sola cadena de televisión. Se encendía la tele y todo el mundo se ponía a ver ese único canal. Es una ilusión. La gente cree que está en el centro del mundo y hay que tener cuidado, porque eso es algo totalmente ilusorio.

A esta generación se le dice que va a ser la primera que viva peor que sus padres. ¿Lo cree?

Estoy convencido de que esa afirmación es cierta. Seguramente nuestros jóvenes tienen más problemas de los que teníamos nosotros a su edad. Y estoy también convencido de que cuando esos jóvenes tengan mi edad habrán vivido las consecuencias del calentamiento global. Yo nací en el 52 y en los 70, cuando era estudiante, se nos llamaba la "generación del postre". Y en cierta forma era verdad. Veo más problemas en la sociedad que vivo hoy que en la que viví hace décadas, por razones políticas, pero también por el calentamiento global y sus efectos. Hoy llegan refugiados a Europa que no tienen otro remedio que poner sus vidas en riesgo y cruzar el Mediterráneo. Es decepcionante ver cómo muchas sociedades rechazan dar cobijo.

¿Corren peligro valores europeos como la justicia o la libertad?

En cierta manera. Hablamos mucho del miedo a perder seguridad o libertad de expresión, de nuestra identidad sexual... Hay muchos ciudadanos en Francia, Países bajos, Alemania o Noruega que temen que estos valores sean amenazados. Pero creo que hay que pensar que uno de los valores europeos también es dar cobijo a los refugiados. Preocuparse solo de la propia comunidad no es un valor europeo precisamente. La compasión sí es un valor europeo. Hay que hablar de eso. Aunque hay políticos que no quieren incluir esa compasión dentro esos valores europeos o occidentales. Por ejemplo, ¿es un valor americano reivindicar "America First"? ¿Lo es decir "hagamos América grande otra vez" y prohibir la entrada a ciudadanos de países señalados con el dedo? Comenzar guerras en Libia o Irak, operar con drones para asesinar a terroristas, pero también a civiles, no es algo irrelevante, eso alimenta el terrorismo.

¿La historia no es sinónimo de progreso? ¿El mundo va a peor?

Yo no soy pesimista, porque es un sinónimo también de ser perezoso. Y si se es optimista hay que trabajar por lo que uno cree. Si no, dentro de 20 años te van a llamar estúpido y se van a reír de ello. Pues no. Hay que luchar.