Uno de los templos protagonistas del Martes Santo lagunero, la parroquia de La Concepción, cuenta entre sus imágenes con al menos dos de historia singular. Por un lado, una Virgen de la que se dice que fue la preferida de su autor; por otro, un Cristo que ha llegado a ser llamado hasta de cinco formas distintas.

En el caso de la talla mariana, recogen los datos de la Junta de Hermandades y Cofradías que fue creada por el escultor grancanario José Luján Pérez, uno de los más destacados de la imaginería en el Archipiélago, y que la obra fue cedida a la iglesia de La Concepción en abril de 1803 por el portugués Felipe Carvalho Almeida, natural de Madeira. "Desde entonces, la efigie presidió los cultos que la Hermandad del Santísimo Sacramento celebraba cada Viernes de Dolores", añade la descripción sobre una pieza de excelente factura. Sin embargo, su peculiaridad principal reside en que popularmente se cuenta que fue la predilecta de su autor. Por eso su sobrenombre. Eso sí, se debe considerar aquí que, en el campo de la investigación, hay otros planteamientos, como el del historiador Juan Alejandro Lorenzo Lima, que en el libro "Una espada atravesará tu alma: la Virgen Dolorosa, arte y devoción en La Laguna" mantiene que es "probable que esa denominación obedezca a otras razones, y no necesariamente a un especial interés del artista en la pieza".

Esta talla, que sale precisamente hoy en procesión, ya lo hizo el Viernes de Dolores y el Domingo de Pasión, en ese segundo caso junto al Cristo del Rescate. Esa otra imagen cuenta con la peculiaridad de que a él se vinculan hasta cinco denominaciones, según el artículo "El Cristo de los cinco nombres", del historiador Carlos Rodríguez. Adquirido en 1558 , el crucificado pudo ser llamado como "de la Viga", por su ubicación en el templo; "de la Antigua", ante una cuestión de títulos religiosos; "del Buen Viaje", debido a la devoción y los viajes; "de la Buena Muerte", según otra referencia localizada, y "del Rescate". Es de esa última manera por la que se le conoce hoy, y también guarda una rica leyenda, en la que se plantea que la imagen fue vendida a Santa Cruz y que una mujer escuchaba al Cristo decir "rescátame, rescátame", por lo que decidió dejar su casa para poder comprarla y la devolvió a La Concepción lagunera.