Canarias, Azores, Madeira y Cabo Verde albergan 21 especies de pequeñas aves terrestres que no existen en ningún otro lugar del planeta y que empezaron a colonizar las islas hace 8,5 millones de años, cuando llegó a sus bosques la más antigua de ellas: la paloma rabiche.

Seis investigadores del Museo de Historia Natural de Berlín y las universidades de Oviedo, Postdam (Alemania) y Groninga (Holanda) publican este mes en la revista Current Biology una comparación del ADN de 63 especies de aves nativas de los cinco archipiélagos de la Macaronesia (los cuatro más conocidos, más las Islas Salvajes) con sus 400 parientes más cercanos de Europa y África. Su propósito era poner a prueba una influyente teoría formulada hace justo medio siglo por dos científicos llamados Robert MacArthur y Edward O. Wilson sobre los factores que determinan la cantidad de especies que puede soportar una isla, pero en el intento también proporcionan un detallado catálogo sobre las aves que habitan las tierras volcánicas emergidas del Atlántico y su antigüedad.

En el caso de las islas oceánicas, la ciencia asume que toda su biodiversidad llegó de fuera en algún momento del pasado remoto. Ese contador se puso en marcha en la Macaronesia hace 29 millones de años, cuando empezaron a formarse las Islas Salvajes y continuó con Canarias (21 millones de años), Madeira (18,8 millones de años), Cabo Verde (15,8 millones de años) y Azores (6,3 millones de años). El estudio de este grupo de científicos, encabezado por Luis Valente, determina que las 63 especies de pequeñas aves terrestres nativas de esos archipiélagos colonizaron sus islas en 91 oleadas.