El monstruo de la desertificación, un proceso de destrucción de suelo fértil prácticamente irreversible, avanza por diferentes ecosistemas que ocupan el 70% de la superficie de España debido a la mala planificación y sobreexplotación de los recursos naturales, sobre todo del agua.

Coincidiendo con el Día Mundial de la Desertificación que se celebró ayer, el científico Jaime Martínez Valderrama, experto en esta materia en la Estación Experimental de Zonas Áridas del CSIC en Almería explica cuál es la diferencia entre desierto y desertificación.

"Los desiertos son ecosistemas fruto de condiciones de extrema aridez, la desertificación, por el contrario, es un proceso que se desata por intervenciones humanas inadecuadas, no responde a la mala suerte sino a la mala planificación de los recursos naturales", aclara.

Mientras los desiertos naturales son ecosistemas sorprendentemente ricos en biodiversidad por sus variables condiciones de temperatura (entre la noche y el día) y humedad (entre lugares de sombra y sol), la desertificación arrasa tierras prósperas y las vuelve yermas de manera irreversible.

Según los datos del Programa de Acción Nacional contra la Desertificación (PAND) del Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente (Mapama), más de dos tercios de la superficie de España es susceptible de sufrir desertización.

El PAND reconoce que existen procesos de desertización en marcha en cinco tipos de ecosistemas: uno de ellos se da en las zonas donde predominan los sistemas hortofrutícolas costeros que generan sobreexplotación de los acuíferos, principalmente en las áreas de invernaderos de Granada, Almería, Murcia y Canarias. Otros son las zonas de matorral y eriales de territorios rurales que han quedado abandonados y sin cuidados de manera muy rápida, y que dejan paisajes muy proclives a los incendios. "De estas zonas está salpicada toda España", apunta Martínez Valderrama.

Otros ecosistemas afectados son los cultivos agrarios leñosos, fundamentalmente las fincas de olivar y almendro de la cuenca del Guadalquivir, que secan también los acuíferos y destruyen la toda cubierta vegetal del suelo; las dehesas; y otras zonas de muy intensivas en otros cultivos de secano.

Aunque las manchas de desertificación en el mapa del PAND están repartidas por todo el territorio, donde más predominan es en Andalucía, Canarias, Castilla-La Mancha y todo el Levante.

La señal para detectar que un suelo se está desertificando suele ser la aparición de costras y cárcabas en el suelo, un indicativo "tardío" de que la tierra se ha secado, porque cuando aparece el acuífero subyacente ya ha sufrido una muerte irreversible.