El acompañamiento del tratamiento hormonal con una nuevo medicamento (abemaciclib) en un tipo concreto de cáncer de mama logró reducir el riesgo de recaídas en un 46%, según el estudio Monarch 3, presentado en el Congreso de la Sociedad Europea de Oncología Médica (ESMO 2017), que se celebra estos días en Madrid.

Los responsables del congreso detallan que este medicamento ha sido introducido como acompañamiento al tratamiento hormonal que se emplea como estándar en mujeres posmenopáusicas con la enfermedad avanzada. El estudio se ha realizado con 493 pacientes posmenopáusicas de 22 países, entre ellos España, donde trabaja Javier Cortés, jefe de la Sección de Cáncer de Mama y Tumores Ginecológicos del Hospital Universitario Ramón y Cajal de Madrid.

Según el doctor español, el estudio confirma, tras 18 meses de seguimiento, que la combinación de hormonoterapia con los nuevos inhibidores de ciclinas (una familia de medicamentos que bloquean el ciclo celular, como abemaciclib) permite un control de la enfermedad en periodos de tiempo mucho más largos y retrasan la necesidad de que las pacientes tengan que someterse a quimioterapia.

Además, en el encuentro científico se ha destacado la necesidad de que la quimioterapia y la radioterapia combinadas (quimiorradiación) se mantengan como tratamiento estándar para pacientes con cáncer de cérvix localmente avanzado. Así lo indican los resultados de un ensayo con más de 600 pacientes, que descarta que la quimioterapia administrada antes de cirugía mejore el pronóstico.

La quimiorradiación es el tratamiento estándar del cáncer cervical localmente avanzado desde 1999, cuando se vio que era más eficaz que la radioterapia sola. Según el ensayo y, tras un seguimiento de cinco años, se registró un índice de supervivencia sin recaídas del 69,3 % en las que recibieron quimioterapia y cirugía, mientras que el porcentaje fue del 76,7 % en el grupo de quimiorradiación.

Asimismo, en las jornadas se ha resaltado que los efectos psicológicos y las secuelas de los enfermos de cáncer adolescentes y jóvenes pueden repercutir y reducir la vida laboral de los supervivientes. Así lo demuestra el estudio Norcayacs, que asegura que los efectos secundarios de los tratamientos y las secuelas pueden presentarse hasta años después de haber completado la terapia.

El estudio indagado en la vida laboral de pacientes con una media de 49 años, a los que se diagnosticó cáncer entre los 19 y los 39 años, y 13 después de haberse sometido al primer tratamiento. Según sus conclusiones, un 60% de los encuestados estaban trabajando a jornada completa y la menor actividad se concentraba en los niveles educativos inferiores, era más frecuente entre mujeres y en personas con linfedema (hinchazón del brazo de la zona que ha sufrido la intervención en la mama y axila), depresión y fatiga.