A la hora de hablar de inteligencia artificial, procede remontarse a los años cuarenta. En aquella década empezó a ponerse en funcionamiento aquellas primeras computadoras que recibieron el nombre de “cerebros electrónicos”, al ser capaces de sumar por sí mismas.

De pronto la televisión y el cine se vieron repletos de aquellos robots, considerados especialmente inteligentes en aquel momento, y que acompañaban a los humanos en muy diversos ámbitos.

De unos robots gigantes, a una inteligencia artificial casi invisible

A su vez, los estudiantes de cibernética continuaban perforando tarjetas, en tanto que en el ámbito del cine la computadora HAL decidía asesinar a los astronautas de 2001, Odisea del Espacio.

A partir de ese momento, la industria comenzó a evolucionar de forma imparable. De aquellos enormes robots que dieron el pistoletazo de salida a este sector, se ha pasado incluso a poder encontrar la inteligencia artificial en el póker, de forma prácticamente imperceptible para el jugador.

¿Desde cuándo se habla de los “robots”?

Fue en 1921 cuando el escritor checo Karel Capek utilizara por primera vez la palabra robot, que a día de hoy poco tiene que ver con el uso que se le dio por aquel entonces. En los años ochenta, al fin los robots comenzaban a formar parte del día a día de los personas.

Por aquel entonces, la robótica se implantaba desplazando a los obreros en la industria automotriz de Japón. El objetivo es que los autómatas terminen trabajando en todos los ámbitos, aunque hay que reconocer que esto no es tarea fácil.

El papel de los autómatas en la investigación de redes neuronales

Pero también es cierto que en Estados Unidos ya han creado un modelo de robot que camina por sí solo, capta una pelota que se mueve en el aire y pasa a tocarla con su propia mano. No obstante, para un proceso tan sencillo como este, el autómata se encuentra conectado a diversas computadoras que trabajan a gran velocidad, tratando de coordinar sus movimientos.

Un sector en el que la inteligencia artificial gana protagonismo a pasos agigantados en la investigación de las redes neuronales. Es en este ámbito donde la computadora Deep Blue gana a sus adversarios en el ajedrez, gracias a la gran cantidad de jugadas que tiene programadas, pero además aprende de estos.

¿Viajaremos pronto en un transporte conducido por un autómata?

A día de hoy, el problema continúa siendo la dificultad y el coste de este tipo de tecnologías. No obstante, no sería de extrañar que a lo largo de los próximos años fuera una máquina quien, en una central de autobuses, preguntara al viajero si desea montarse en un autobús conducido por un una persona o por un autómata.

Se prevé que en no mucho tiempo, las computadoras imiten el funcionamiento del cerebro humano, teniendo no un gran procesador sino miles, y después millones, de procesadores pequeños e interconectados entre ellos completamente. Esto permitirá a los autómatas aprender a través de las experiencias de sus propios y cibernéticos sentidos.