Aristóteles decía que los animales tienen voz, pero solo los hombres tienen palabra. La voz permite expresar el gusto o el placer, pero solo la palabra lo que es justo o injusto. El filósofo Ángel Gabilondo conversó ayer con el profesor Francisco Díez de Velasco sobre el futuro más inmediato que vivirá la especie humana -una era "postalfabética"- y sobre el desafío lingüístico -y humano- que vendrá. Lo hicieron en un espacio creado justo para ello, el ciclo "El mundo que queremos", que cada año organiza la Fundación CajaCanarias para reflexionar sobre los retos a los que se tendrá que enfrentar la humanidad. En el tiempo de los algoritmos y la técnica, ¿se perderá la palabra? ¿Delegaremos en la tecnocracia la capacidad de pensar?

El filósofo, que también fue ministro de Educación hace algunos años, recuperó una cuestión que planteó en su día Immanuel Kant -"¿progresa el género humano hacia algo mejor?"- y se apropió de su respuesta: "Eso depende de lo que hagamos. La palabra, entendida como búsqueda de la verdad, es acción e interacción" y determinará ese futuro. "No nos olvidemos de que las palabras aman y matan. No es lo mismo que te digan benigno que maligno, inocente que culpable", dijo. "Somos los últimos diplodocus que hablamos, leemos y escribimos. La biología, con las nuevas tecnologías, está produciendo otro ser humano diferente. Veremos si más libre".

Ese nuevo ser humano habla y se relaciona de una manera distinta a otros tiempos. Díez de Velasco introdujo en el debate cómo la simplificación a la que nos lleva la tecnología -decir en 140 caracteres una idea- afecta a nuestra forma de usar las palabras y el lenguaje.

"La digestión fácil a veces no funciona", apuntó. Ese ecosistema digital ha sido un entorno lo suficientemente fértil como para que germinen las noticias falsas y se inaugure la posverdad. El tiempo de las redes sociales no es el mismo tiempo al que estábamos acostumbrados hasta no hace mucho en otros ámbitos de nuestras vidas, ni el mismo tiempo que se necesita para comprender la realidad y avanzar hacia algo mejor.

"A veces parece que pensamos que la tecnología nos salvará, en vez de la razón. Y quizás parte de nuestro desasosiego se deba justo a eso, a que estamos dejando parte de nuestra esperanza en manos de una élite de tecnólogos", lamentó el profesor.

La velocidad que ha inundado todo es peligrosa porque mina el aprendizaje. "Todos tenemos prisa, lo queremos todo ya. Y la educación es aprender a esperar. La falta de capacidad de espera es el terrorismo de la voluntad", advirtió Gabilondo. "Hay un combate entre dos nociones de tiempo: un mundo sin paciencia que se está imponiendo a otro que sabe esperar y madurar. Por eso digo que somos los últimos diplodocus: pertenecemos a otro tiempo".

Permitir que algo que está fuera de nosotros -la tecnología, en este caso- tome las decisiones "es una locura". "Entonces no somos sujetos, sino individuos sujetados por una vida acontecida fuera de nosotros", apuntó Gabilondo.

"Todo se sustenta en argumentarios, eslóganes, noticias, en un depósito para nuestro acomodo. Pero, ¿transformamos la realidad? Si ya no es el lenguaje sino la tecnología lo que decide qué se dice, permítanme un gesto rebelde. Estoy dispuesto a seguir defendiendo palabras como libertad, justicia e igualdad, aunque unos quieran creer estupefactos que las nuevas tecnologías inauguran un nuevo lenguaje", reivindicó Gabilondo.

El catedrático de Metafísica no quiso demonizar las nuevas tecnologías con su defensa de la palabra. "Oponerse a la tecnología es como oponerse a la ciencia. A lo que me opongo es a la tecnocracia". Además, hay muchas preguntas "muy interesantes" que aún no tienen respuesta: "¿Qué significa la comunicación en las redes sociales? ¿Somos más libres en las redes sociales?" Porque, a juicio del filósofo, lo que nos falta tiene mucho que ver con encontrar espacios de diálogo, físicos o digitales. "No se trata tanto de pensar en el otro como de pensar con el otro. Lo que nos falta es saber ir juntos en alguna dirección. Nos falta proyecto humano y de país. Nos faltan espacios de conversación. Y eso es la palabra y es el pensamiento".

Una de las conversaciones que ya estamos teniendo, y que tendremos cada vez con más frecuencia, será sobre los límites del ser humano, pero no ya lingüísticos, sino biológicos: el "transhumanismo".

"Se habla de que la mortalidad será un error. ¿Dejaremos de salir de casa por si ese error nos cae en la cabeza?", cuestionó Díez de Velasco. Antes era pecado la concupiscencia y ahora es "comer más calorías, porque pierdes minutos de esa eternidad".

Gabilondo reconoció que llega tarde a ese debate. Está convencido de que "nuestra condición mortal es la que hace que podamos vivir con entrega momentos que no son extraordinarios, pero una cosa es vivir y otra durar". También está seguro de que el pensamiento es lo que nos hace únicos y que "si perdemos la palabra, estamos perdidos". Porque eso, y no la biología, es lo que da pie a la posverdad y al "post ser humano".

Ángel Gabilondo

filósofo

Francisco Díez de Velasco

profesor de historia