Expertos, legisladores y organizaciones sociales coinciden en que la lucha contra la violencia sexual es una de las grandes asignaturas pendientes en España, un país donde se denuncia de media una violación cada ocho horas, algo más de tres al día, y donde sin embargo, no hay más datos que una macroencuesta sobre violencia de género realizada en 2015 de la que se deducía, extrapolando los resultados, que más de un millón setecientas mil mujeres y niñas que viven en el país han sufrido una agresión sexual alguna vez en su vida. Son el 7,2% de la población femenina.

Aquella macroencuesta, encargada por la entonces delegada del Gobierno para la Violencia de Género, Blanca Hernández, recogió un apartado sobre violencia sexual para, conforme explica a Europa Press, iniciar una aproximación al terreno. Revelaba un dato que, dice, pasó desapercibido y "sirve para derribar mitos": Sólo en el 18% de los casos la agresión era de un desconocido mientras en ocho de cada diez, había sido un conocido (47,1%) o un pariente (23,2%). Sin embargo, "el imaginario asocia estas conductas al extraño que aborda a su víctima en un portal".

Cuando se trata de intentos de agresión sexual, el 41,8% afirmaron que había sido un amigo o conocido y el 19,2% señaló a un pariente. En el caso de los tocamientos y otro tipo de agresiones sin penetración, el 50% era a manos de desconocidos y el resto, de hombres cercanos (21,2% amigos y 13,2% familiares). "Para mí lo más urgente es hacer un estudio intensísimo porque estamos llenos de mitos. Hay que conocer el problema para luego hilar fino con las medidas", dice Hernández.

LA FALTA DE DATOS

La responsable de Políticas de Interior en Amnistía Internacional, Virginia Álvarez, es crítica al respecto. "No hay campañas públicas, no se recogen ni se desagregan datos, no sabemos qué pasa con los juicios que se están produciendo. La primera medida debe ser siempre dimensionar el problema y eso ni siquiera se está haciendo. Eso te da una idea de la prioridad que tiene este tipo de violencia para las autoridades", apunta. La organización prepara su propia investigación sobre el tema. Verá la luz el próximo año.

En los anuarios del Ministerio del Interior se pueden encontrar recuentos de delitos conocidos contra la libertad sexual a partir de 2008 que aparte de los casos de pornografía y corrupción de menores, se desagregan dos categorías: agresión con penetración y "otros". De las primeras hubo el año pasado 1.249; de los segundos, más de 8.600. En ocho años suman 11.675 violaciones y 63.539 agresiones sexuales diversas. Además, consta el número de víctimas entre 2012 y 2016: 4.303 mujeres y niñas violadas en cuatro años.

MUJERES CON GRAVES SECUELAS

La cifra queda lejos del porcentaje que arrojó la macroencuesta, pero para la presidenta de la Federación de Centros de Asistencia a Víctimas de Agresiones Sexuales (CAVAS), Tina Alarcón; no es una sorpresa. "Los datos que manejamos nosotras dicen que de cada seis violaciones, sólo se denuncia una. Es un delito que permanece oculto porque las mujeres siguen teniendo vergüenza, se sienten culpables, no se sienten bien entendidas por su entorno y en ocasiones incluso por la propia policía y la gente que tiene que apoyarlas", declara a Europa Press.

Son mujeres, dice, que arrastran "un sentimiento de culpa porque está implícito". "De alguna manera la sociedad te culpa, por eso es lo primero que tenemos que trabajar. Estos delitos en su mayoría se dan entre conocidos, conocidos recientes o novios y parejas y siempre hay un momento en que ella se pregunta cosas como por qué no se ha dado cuenta o cómo no lo ha previsto. Hay terapias que duran meses y otras que duran años, pero las secuelas siempre son gravísimas", explica.

En esas circunstancias, se enfrentan a procesos penales siempre duros y a veces, muy largos, en los que conforme señala la penalista Laura Sánchez, se les hace dudar hasta de sí mismas. Indica que "lo fundamental en estos casos" es, por un lado, "el consentimiento" para lo que se dan "mil vueltas" y a menudo se piden a la víctima "más explicaciones de las necesarias". Por otro, la existencia de lesiones, pero hasta un punto que en su opinión, llega a ser "ridículo".

"Si me dejo, no hay lesión que demuestre lo que ha pasado. Si no me dejo, me pueden matar. Es una situación muy difícil para la víctima. Cuando les preguntan en el juicio por esos temas, no saben por qué reaccionaron así ni si volverían a reaccionar de la misma manera. Es una locura. Que tengan que estar al detalle las propias víctimas con lo que ya han pasado, es terrible", plantea.

Dice que también lo es revivir una y otra vez lo sucedido y que deberían declarar "lo imprescindible". Alarcón coincide y añade que se ha dado en esto un "paso atrás tremendo". "Desde que se reformó el Código Penal en 1985, si el testimonio de la mujer era coherente y no había contradicciones era una prueba de cargo. Ahora resulta que una mujer tiene que defenderse. Yo afirmo que muchísimas mujeres ante una situación así se quedan quietas y ni gritan ni se defienden", asegura.

RESPUESTA EN LAS CALLES

La violencia sexual contra las mujeres en España no es un fenómeno nuevo, aunque no siempre haya un juicio tan mediático como el que estos días se celebra en Pamplona y cuyo devenir ha movilizado a las organizaciones feministas en las calles al grito de "no es no", "yo sí te creo" y, el más coreado, "nosotras somos la manada". Dicen en la Coordinadora Feminista que lo hacen, en primer lugar, para que ella y tantas otras como ella se sientan acompañadas, pero también para crear conciencia sobre un fenómeno que pese a lo arraigado, es tabú.

"Decir que nosotras somos la manada representa que estamos en el mismo bando y el mismo sitio. Somos su grupo y queremos hacer colectividad ante una situación que no es individual, que nos ha pasado a muchas, nos pasa a muchas y nos seguirá pasando", dice la Abogada y activista de Emakume Internazionalistak Begoña Zabala, para incidir en que trabajar sobre ideas como el ''yo sí te creo'' hace que "mucha gente se plantee el fondo de todo esto". Eso, opina, también es prevención.

EL PESO SOBRE LA VÍCTIMA

De lo general, baja al caso particular. Reflexiona sobre el detonante de las protestas en torno al juicio en Pamplona e incide en una idea: "¿Por qué una víctima de agresión sexual tiene que justificar que ha sido agredida y que opuso resistencia? ¿A cuántas víctimas de robo o de un disparo les han preguntado cuánto se opusieron? Se da de entrada que en este delito tienes que oponerte lo suficiente. Es algo muy grave y es lo que queremos decir. Que vamos a estar con estas mujeres --explica--. Que no están solas".

Todas las consultadas coinciden en que erradicar el problema pasa por tres caminos: Visibilidad, porque para atajarlo hace falta conocerlo, como dice Hernández; Educación para que los hombres aprendan a "respetar las decisiones de mujeres libres", según Alarcón, pero también para que quienes intervienen con una víctima sepan hacerlo; Acompañamiento, como señala Sánchez, para que quienes sufren esta vulneración de derechos no se vean tan solas y cuenten "con más apoyo que el de su abogado". ES VIOLENCIA DE GÉNERO, PERO NO EN ESPAÑA

La violencia sexual es una forma más de violencia de género según la Convención de Estambul, porque afecta a las mujeres por serlo, pero en España sólo se considera así la que ocurre en el ámbito de la pareja. El reciente Pacto de Estado al respecto aspira a incluir la violación bajo este paraguas, aunque dejando la respuesta penal en leyes específicas. Esa fue una de las grandes discrepancias y motivó que Podemos se abstuviera en la votación final.