El jefe de la Unidad Central del Servicio de Asistencia Municipal de Urgencia y Rescate (Samur) Social, Juan Carlos Arellano, advierte del cambio de perfil de las personas que ahora se encuentran en la calle, al menos en la Comunidad de Madrid, con un incremento de jóvenes y mujeres. Arellano participó la pasada semana como ponente en las III Jornadas Técnicas sobre las personas sin hogar que organizó el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife.

¿Cuál es la labor de Samur social?

Tiene dos objetos: uno que es la atención que personas sin hogar que están en la calle y, otro, las emergencias sociales. Es decir, atender, las situaciones de necesidad que una emergencia genera.

¿Nació por algún motivo en concreto?

Con este nombre apareció en junio de 2004, justo después de los atentados del 11 de marzo.

Es decir, que lo genera un acontecimiento nunca antes vivido en España.

Lo precipita. Samur Social tiene un antecedente, el Sitade, que era un servicio entre las dos administraciones, la Comunidad y el Ayuntamiento de Madrid. Era un servicio de respuesta. La situación del 11 de marzo hace ver la necesidad de reforzar el servicio de emergencia, de tener una entidad propia.

En once años habrá visto de todo. ¿Ha aumentado el número de casos?

Se han incrementado los casos, han aumentado los equipos de calle... Cuando salimos en 2004 teníamos ocho equipos -un trabajador social y un auxiliar de servicios sociales- y actualmente tenemos 18.

¿Cómo ha afectado la crisis?

El número de personas, curiosamente, no ha tenido un incremento espectacular. Quizá se han dado ciertas claves como el regreso de mucha población inmigrante a sus países de origen. Además, la familia, en un momento dado, ha hecho -y hace- de soporte ante las situaciones de la gente que se podía quedar en una situación difícil. Por tanto, ha habido un aumento, pero no ha sido espectacular.

¿Qué ha cambiado?

Los perfiles. Se ha incorporado más gente joven y mujeres a la calle. También notamos una subida por cuestiones de violencia de género. Y eso que la mujer tiene más capacidades de afrontar las situaciones de crisis que el hombre, y articula más sus sistemas.

¿Por qué es más resistente la mujer?

Porque ante una situación de crisis articula más sus mecanismos. Tiene unas respuestas de subsistencia mucho mayores que las del hombre. El hombre puede dejarse más en un momento dado por un tema de adicciones, de desesperanza, de depresión, pero la mujer es mucho más resistente y afronta las situaciones con una mayor iniciativa y una mayor fortaleza. Eso sí, cuando una mujer llega a una situación de calle, la situación es muy compleja.

¿Por qué?

Porque todo lo que ha articulado se le ha caído y lo arrastra tras de sí. La intervención en estos casos es más intensa con la mujer, porque la mochila que carga es mucho mayor que la del hombre.

Es decir, que cuando toca fondo es más profundo.

Es mucho más fondo.

¿Se ha aprendido de la crisis o la sociedad es más egoísta?

Vivimos en una sociedad egoísta, muy individualizada, en la que no conocemos al vecino de enfrente. Los vínculos de comunidad se han ido perdiendo. Somos más individualistas y mucho más egoístas. Y creo que la crisis lo ha agudizado, incluso, a veces, con un sesgo xenófobo. Vivimos mucho de puertas para adentro y lo que tenemos lo blindamos y lo reforzamos.

O sea, que se ha aprendido poco.

Más bien nada. Tampoco las políticas y las actuaciones llevadas a cabo han facilitado que eso sea así. Hemos tenido un retroceso importante. Tenemos que ir hacia un futuro de mucha más relación en comunidad.

¿Debería estar blindada la atención a estas personas por ley?

Lo que tiene que estar regulado por ley, aunque creo que ahí se ha avanzado mucho, es una cuestión de derechos. Es indigno que alguien esté en la calle. Es el fruto del fracaso de la sociedad en la que vivimos. Si partimos de que una persona tiene que tener derecho a un techo, tiene que tener ese derecho. Y a una vivienda, y a unos ingresos mínimos. Ahí se ha avanzado, pero también nos queda mucho.

Uno de los problemas que relatan los trabajadores sociales tiene que ver con la negativa de algunas personas a dejarse ayudar. ¿Son necesarios cambios legales?

No. Hay medios establecidos. Es una cuestión de aplicarlos correctamente. Con el tema de salud mental, por ejemplo, hay personas que rechazan todo. Esto es fruto de los modelos de intervención. La Ley de Enjuiciamiento Civil (artículo 763) recoge que un facultativo puede dictaminar el ingreso involuntario de una persona en un hospital. Es más, en el tema de trastorno mental, en el momento que estabilizas la situación de enfermedad, los avances en la intervención son espectaculares. Lo que hay que conseguir es que el psiquiatra salga a la calle. En Madrid hay dos equipos que lo hacen. (...) En las personas sin hogar es muy gratificante la intervención cuando se compensa la enfermedad.

Pero no en todos los lugares se trabaja con un psiquiatra en la calle.

No.

Y eso deriva en situaciones que luego son difíciles de resolver.

Es complicado. Vivimos en un sistema de derechos muy garantista con la persona. Y tal vez tiene que ser así. Pero es verdad que las administraciones tienen que tener la responsabilidad de atender a los ciudadanos y en cualquier situación. Y articular profesionales que puedan realizar una intervención desde las diferentes disciplinas, social, médico y clínico, es fundamental.

¿Cómo ha evolucionado la cifra de personas mayores que viven solas?

Cada vez van en aumento. Tenemos un volumen de población mayor altísimo. En este caso disponemos de un equipo especializado en el perfil de estas personas y coordinación con los cinco juzgados que existen en Madrid para internamientos e incapacidades. Cuando se detecta una situación de estas se articulan todos los mecanismos. En el último año se ingresó a 146 personas en residencias.