Las islas han ejercido desde los tiempos de Darwin un potente magnetismo sobre casi todos los estudiosos de la evolución, pero no siempre han salido bien paradas: descritas de forma reiterada como "callejones sin salida" para las especies, la ciencia comienza ahora a lavar su imagen.

Seis investigadores de las Universidades de Oxford (Reino Unido), Copenhague, La Laguna (Tenerife), Azores (Portugal) y Atenas publican en "Science" un relato de cómo ha cambiado en medio siglo la visión que la ciencia tiene de las islas, esos pequeños retazos de tierra que juntos solo suman el 3,5% de la superficie del planeta no cubierta por los océanos, pero que atesoran el 20% de las todas las especies terrestres y el 27% de los idiomas humanos.

Las islas de archipiélagos como Hawai, Galápagos, Canarias o Fiji siempre han intrigado a la ciencia, porque al haber emergido del fondo del océano, sus especies "terrestres" tuvieron que llegar a ellas superando distancias enormes, sobrevivir y lograr adaptarse a un nuevo entorno en un lento proceso que suele acabar deparando endemismos, formas de vida que solo habitan en su territorio.

Los firmantes de este artículo abogan por seguir investigando sobre los caminos de la evolución en las islas, para resolver algunas cuestiones que siguen a día de hoy sin respuesta.

"Sin embargo, se trata de una carrera contrarreloj", según advierten los científicos. Y es que debido a la extraordinaria presión que ejerce sobre las islas la actividad del hombre y a la pérdida de endemismos insulares a la que asistimos. "De cara al futuro, sin duda necesitamos aumentar los esfuerzos para conservar los ecosistemas de las islas", advierten.