Un millón y medio de filipinos con los pies descalzos y devoción infinita han acompañado en Manila al Nazareno Negro, el Cristo de las clases humildes, en una procesión que cada año genera avalanchas humanas con cientos de desmayos y heridos.

"Devotos de nuestro señor" o "Hijos del Nazareno" son algunos de los mensajes en castellano, reminiscencia de la colonización española de Filipinas, que mostraban las pancartas de una masa granate y amarilla ansiosa por acercarse lo más posible a la preciada talla de madera del siglo XVII.

"El Nazareno Negro es el patrón de los humildes, es moreno como nosotros y obra todos los milagros que le pedimos", cuenta el devoto "Daddy" Amen, fundador de una de las principales cofradías de la iglesia de Quiapo, punto de partida y retorno de la escultura tras un recorrido de 3 kilómetros y medio desde la madrugada hasta la tarde de hoy.

Subidos a un camión con una réplica del Cristo penitente, Amen y una decena de cofrades recibieron los pañuelos, toallas y camisetas que les lanzaba la gente, y se los devolvían tras frotarlos en la piel de madera oscura, la túnica y la cruz de la imagen, para que sus plegarias sean atendidas en el más allá.

Acercarse al auténtico Nazareno Negro, que circulaba varios cientos de metros atrás, era un desafío de alto riesgo; escalar el armazón y acariciar al Salvador, garantía de milagros a la carta para los más devotos, casi misión imposible.

"Antes llegué a rozar el Cristo alguna vez, pero en los últimos años ni siquiera me puedo acercar porque es peligroso", explica Jani Alejandro, de 49 años, que no se ha perdido ni una sola edición de esta peculiar y masiva romería desde 1987.

Bajo un sol abrasador, entre codazos, sacudidas y empujones, muchos se conformaban con tocar las cuerdas de "las andas" (los filipinos conservan esta antigua palabra española, tablero para conducir efigies, según la RAE), en el centro del hormiguero humano.

Varios cientos de personas se desmayaron y 262 resultaron heridas de diversa consideración, según los datos provisionales de la Policía, lo que indica que la enfermería ha estado menos concurrida que el año pasado, en el que hubo más de 300 accidentados.

Sofocos, insolaciones, contusiones, torceduras y objetos clavados en los pies descalzos de los fieles son los casos más habituales, narra el enfermero James Yu, miembro del equipo médico que despliega decenas de ambulancias a lo largo del recorrido.

"Sin embargo, en ocasiones las avalanchas producen huesos rotos, hemorragias internas e incluso ataques cardíacos, así que tenemos que estar preparados para llevar a los heridos rápidamente al hospital", agrega.

La escultura de madera del Nazareno Negro data del primero de los más de tres siglos de la colonización española de Filipinas.

Tallada en México, llegó a Manila el 31 de mayo de 1606 en un galeón procedente de Acapulco que, según la leyenda, se incendió cerca del archipiélago.

El calor de las llamas otorgó al Cristo su característico color oscuro, según la creencia popular en el país, aunque otra versión atribuye este distintivo a que el autor, un artesano mexicano, quiso imprimir a la obra su misma tonalidad de piel.

Una tonalidad que coincide con la de una amplia mayoría de filipinos, como Hendrick Sin, de 22 años, que hoy ha pedido al Nazareno que le ayude a graduarse este año de la carrera de Hostelería y Restauración, para cumplir su sueño de salir al extranjero y trabajar en una cadena hotelera internacional.

"El Nazareno puede ayudar porque es muy milagroso. Si deseas algo, rézale y seguro que se te cumplirá", asegura el joven.