La migraña es uno de los problemas neurológicos más frecuentes, y uno de los métodos para tratarla es el uso del Botox (uno de los nombres comerciales de la toxina botulínica).

La migraña afecta a un 12% de la población (entre el 18 y el 20% de mujeres y entre el 5 y 6% de hombres). Las personas que la padecen sufren dolores de cabeza recurrentes que pueden resultar muy incapacitantes. Según explica Carmen García de Casasola, neuróloga del Grupo Hospiten, la migraña crónica se caracteriza por la existencia de más de 15 días de dolor de cabeza al mes durante un periodo de más de 3 meses.

Los pacientes que la padecen no pueden desarrollar su actividad laboral y familiar con normalidad y suelen consumir analgésicos diariamente con la esperanza de minimizar el dolor. Su tratamiento es complejo: generalmente es necesario realizar cambios en el estilo de vida y tomar varios tipos de medicinas, que no siempre son efectivas.

En los últimos años han surgido otros tratamientos, de los cuales el más conocido es el Botox (uno de los nombres comerciales de la toxina botulínica). La aplicación de Botox permite reducir a la mitad el número de crisis en un 70% de los pacientes, tal y como se puso de manifiesto en el estudio PREEMPT (Phase III Research Evaluating Migraine Prophylaxis Therapy). Se cree que mejora la migraña bloqueando la transmisión del dolor. El tratamiento lo realiza el neurólogo, inyectando la toxina debajo de la piel con una pequeña aguja. En cada sesión se administran de 150 a 200 Ui (Unidad Internacional) de toxina, repartidas en unos 30 puntos pericraneales. Tras la primera sesión, es necesario repetirla cada 4 meses aproximadamente.