Nadie sabe cómo será el futuro, pero sí cómo no será. El precipitado avance tecnológico está dejando obsoletos muchos aparatos, pero también sentimientos. La periodista de "El Independiente" (https://www.elindependiente.com/) Marta García Aller presenta esta tarde (19:00), en el salón de actos de Caja Siete y en el marco de un foro organizado por La Gaveta Económica, su libro "El fin del mundo tal y como lo conocemos".

En el libro habla de que el mundo está lleno de vaticinios fallidos y se concentra en las cosas que estamos dejando atrás. ¿Qué es lo más importante que hemos dejado atrás como seres humanos?

Están dejando de existir muchos trabajos automatizados, profesiones que creíamos que tenían futuro y que a lo mejor no lo tienen. Estamos viendo cómo desaparece la privacidad, un asunto que me preocupa muchísimo. Por una parte, compartimos cada uno de nuestros pasos en las redes sociales, pero, por otro, estamos también regalando nuestros datos a través de aplicaciones que, aunque no nos demos cuenta, comercian con nuestra vida, con el rastro que dejamos en Internet. Algunas veces desaparecen cosas, como desaparecieron los videoclubs de los años 80, y otras veces desaparecen ideas, como desaparece la conversación cara a cara con los amigos. Estamos cada vez hablando menos con la gente que tenemos cerca y más con la gente que tenemos lejos.

En el libro dice, incluso, que nos enamoramos de manera diferente. ¿Hay emociones que están dejando de existir?

Sin duda. Hay algunas muy evidentes, como la paciencia; lo queremos todo y lo queremos ya. Eso era antes una actitud infantil, pero los adultos nos estamos volviendo un poco así. También está desapareciendo la manera de relacionarnos. Los amigos se hacen a través del móvil; eso convierte la amistad en una cosa diferente, en un asunto de "likes". Y, por supuesto, el amor está también viviendo esta tendencia, con las aplicaciones para ligar tipo Tinder, que transforman el amor en una cosa que pasa a través de la pantalla. Pero el libro no es nada apocalíptico: cuenta lo que está pasando, para que el cambio no nos pase por encima sino que seamos nosotros los que pasemos por encima del cambio.

Hablaba antes de la pérdida de privacidad. ¿El algoritmo nos conoce mejor que nosotros mismos?

Podemos llegar a pensar que si el algoritmo puede llegar a analizar cada una de las cosas que hemos visitado por internet o de los sitios donde nos paramos -una tienda cualquiera-, es capaz de predecir nuestras necesidades y anticiparse a las cosas que queremos comprar antes de que lo sepamos. Pero el componente humano es absolutamente imprevisible. La creatividad es lo que nos hace humanos y lo que las máquinas no terminan de entender. Un ejemplo es lo que se está viendo con los coches autónomos, una de las cosas que -creo- más va a cambiar el mundo en los próximos años. Los coches que ya pueden conducir solos tienen problemas para salir de una rotonda porque no entienden el comportamiento humano, porque los humanos corremos riesgos que no deberíamos correr, y las máquinas no están programadas para hacer estupideces.

El historiador israelí Yuval Noah Harari ha llegado a decir literalmente que "la mayoría de la gente será innecesaria en el siglo XXI". ¿Qué le parece?

A Harari lo he leído y lo admiro, pero tampoco estoy siempre de acuerdo con él. Hay muchos pensadores ya que están planteando qué van a hacer los humanos si se automatiza el 70% de las profesiones que conocemos. Yo sostengo que los humanos siempre vamos a ser necesarios: los robots nunca comprarán en las rebajas artículos que no les hacen falta. La cuestión está en que el sistema social, que no se puede limitar a pagar el desempleo solo a las personas que se quedan sin trabajo, cuando en la sociedad no hay pleno empleo. Y en un mundo en el que gran parte del trabajo lo harán los robots, habrá que reinventar el sistema social de las prestaciones y ofrecer lo que se llama la renta universal. No me parece descabellado lo que otros expertos apuntan, que en el futuro dediquemos la mayor parte del tiempo al ocio. Cuando me preguntan cuáles son los empleos con futuro, siempre digo que son aquellos -y de esto Canarias sabe mucho- que nos hagan a los humanos pasarlo bien, porque en ese futuro lleno de máquinas uno de los grandes retos será no aburrirse.

Pero la desaparición del trabajo es más que un problema económico, porque también supone la realización de la persona.

Absolutamente. El mayor reto para pensar en un mundo con renta universal no es el económico, es el social y el cultural, que la gente que no trabaja piense que no sirve para nada. Es un problema, porque hemos sido educados así. Hay otras sociedades que se educaron en el ocio, no hay más que pensar en la aristocracia del siglo XIX, que no trabajaban nunca, y no eran más infelices por ello.

Antes hablaba de cómo se está pervirtiendo la intimidad. ¿Hay otros valores, como la democracia, que están en riesgo?

Como periodista veo una amenaza gravísima a la democracia con las fake news, noticias falsas, y con los filtros burbujas, es decir, cuando nos informamos solo a través de gente con la que estamos de acuerdo. Esto es un problema gravísimo. Si solo recibimos información que nos da la razón, tendemos cada vez a discrepar menos, a cambiar menos de opinión, y a aprender menos del diferente. Y la democracia se basa también en el respeto a las minorías.

¿Son más imprescindibles hoy los estudios de filosofía?

Sin duda. La filosofía es una de las profesiones que tiene futuro, porque cualquier laboratorio de inteligencia artificial es un laboratorio filosófico. Vamos a tener como problemas reales asuntos que la filosofía siempre trató como teóricos. Por ejemplo, las vidas que hay que salvar en caso de accidentes, algo que hasta ahora los humanos hemos resuelto con nuestra capacidad de reacción y que ahora lo decidirán los coches autónomos, que tendrán que programarse. Y luego hay un asunto fundamental, que es el de la vida y la muerte. Hay algunos científicos que hablan de revertir el envejecimiento y alargar la vida. Los cambios son muchísimos, desde cómo trabajamos o cómo nos relacionamos hasta lo que consideramos que es o no morir. Todo eso lo intenta recoger el libro de una forma más o menos amena para intentar poner algo de orden.

Esa avalancha de innovaciones tecnológicas se reproduce a nivel informativo, con noticias que se aplastan unas a otras. Lo que pasó por la mañana parece que ocurrió hace días.

Sí, es el fin de la paciencia. Vivimos cada vez más deprisa y con la atención más dispersa. Cada vez consumimos más noticias que nunca, pero las recordamos menos. Mucha gente no es capaz de recordar ni una sola noticia después de ver un telediario. La atención va a ser una materia prima muy escasa en el futuro, igual que la capacidad de concentración y la capacidad de relacionar conceptos. Lo que nos lleva, yo creo, a otro de los temas que hemos tocado antes por encima: la educación del futuro. Hace falta una educación que en vez de enseñar a los niños a memorizar cosas como papagayos, los ayude a reconocer la verdad dentro de un montón de información confusa, que los ayude a relacionar conceptos y que los ayude a ser mejores que las máquinas. Porque los algoritmos van a ser mejores que los humanos en automatizar rutinas, pero los humanos vamos a ser mucho más creativos, más imprevisibles y capaces de resolver problemas para los que ninguna maquina ha sido programada. Pero para eso hace falta educarnos de otra manera, educarnos en el autoaprendizaje constante, en empezar de cero todo el rato. Creo que el futuro va de eso: de empezar de cero todo el rato, sin miedo. Algo que contradice un poco esa idea del trabajo para toda la vida, de saber dónde vas a estar la próxima década. Eso hoy por hoy no lo puede saber nadie.