Si la Procesión de Madrugada es la del sentimiento, las promesas y el recogimiento, la Magna destaca por el turismo y la muestra del patrimonio artístico. "Do you speak English?", preguntaba ayer un visitante en el exterior de la Catedral. "Un poco... Ehhh, a little, only a little...", le respondía su interlocutor. Este desfile estuvo marcado durante años por su capacidad de enseñar tallas y obras de los grandes escultores canarios, así como de explicar a los más pequeños la Pasión y Muerte de Jesucristo, y eso sigue manteniéndose; sin embargo, cada vez parece percibirse más el componente turístico.

A partir de las 17:00 horas, la Magna saca cada año a la calle la mayor parte de los pasos que han recorrido el casco histórico durante los últimos días: 24 tronos ordenados cronológicamente según las vivencias de Jesús, y acompañados de 19 cofradías. Una "macroprocesión" en la que se suceden imágenes y capuchinos por espacio de más de una hora y media desde la Catedral -hasta donde previamente se trasladan todas las tallas y hermandades-. Por primera vez, la organización optó por evitar las aglomeraciones en el interior cerrando el templo exclusivamente para los participantes del desfile. En cambio, los espectadores, que en algunos tramos eran bastante pocos, se distribuían por una hilera de sillas de tijera negras que bordeaban el trayecto y también en una grada en la plaza de la Catedral.

Un Viernes Santo más, los colores de los hábitos de las distintas cofradías, el olor intenso del incienso, las cadenas... marcaron este acto, uno de los más destacados de la Semana Santa en toda Canarias.