Las concentraciones de yodo en la atmósfera se han triplicado durante las últimas décadas en el Atlántico Norte, como consecuencia del incremento de ozono antropogénico y el deshielo del Ártico, según un estudio, liderado por el CSIC, que reconstruye los flujos atmosféricos de este elemento desde la Revolución Industrial.

El estudio, realizado a partir de un sondeo de hielo en Groenlandia y publicado en la revista Nature Communications, refleja que los altos niveles de yodo suponen "importantes implicaciones atmosféricas", ya que este halógeno promueve la formación de aerosoles, destruye el ozono troposférico y altera el forzamiento radiactivo en la atmósfera.

"Los análisis geoquímicos llevados a cabo en el hielo, así como los resultados de un modelo de última generación de química de la atmósfera muestran que el yodo permaneció relativamente estable en la atmósfera desde el siglo XVIII hasta la mitad del siglo XX", ha indicado el director del estudio e investigador del CSIC en el Instituto de Química Física Rocasolano, Alfonso Saiz-López.

El análisis se ha realizado a partir de un sondeo de hielo (sondeo REnland ice Cap Project) perforado en la península de Renland, una zona costera de Groenlandia oriental. Esta muestra ha permitido reconstruir el contenido en yodo en la atmósfera desde el año 1760, al inicio de la Revolución Industrial, hasta 2011, por lo que es el mayor registro de yodo atmosférico en el hemisferio norte.

Para el director del estudio, el aumento del yodo en la atmósfera se debe al incremento de ozono troposférico desde la Gran Aceleración en la década de los años 50, sumado a la mayor actividad biológica en el Océano Ártico durante el deshielo marino debido al calentamiento global. "El yodo ha llegado a triplicar su concentración en el hielo y en la atmósfera desde 1950", ha argumentado Saiz-López.

"El aumento de yodo en la atmósfera ha acelerado la pérdida de ozono y ha incrementado considerablemente el transporte de yodo y su deposición en los continentes del hemisferio norte. La futura presión climática y antropogénica podría seguir ampliando las emisiones de yodo oceánico con impactos potenciales sobre la salud y el medio ambiente a escala global", ha concluido el investigador.