Adela y José llevan ya 65 años juntos. Las cosas han cambiado muchísimo desde que se casaron, allá por el año 1953, pero a Adela se le siguen rallando los ojos cuando mira a José, su "amor".

No obstante, desde hace tres años, se ven mucho menos. Adela ha tenido que ingresar en el centro sociosanitario de Santa Cruz, el antiguo Hospital Militar, pues su deterioro cognitivo ha ido a más y José ya no podía cuidarla. Él, aunque pidió plaza, no cumplía los requisitos, así que se quedó "solito" en su casa.

Pero los 95 años de José y la separación geográfica no son impedimiento para que el novio acuda hasta tres veces a la semana al centro donde se encuentra su esposa. Desde el barrio rural santacrucero de Almáciga, José viaja en guagua religiosamente a ver a Adela cada martes, jueves y sábado.

Lo hace incluso un poco antes de la hora de visita y hasta que la guagua vuelve a salir. Un periplo que, sin duda, vale la pena para poder ver un día más a la mujer de la que se enamoró y para aprovechar tantos momentos como pueda con ella.

El centro gestionado por el Instituto Insular de Atención Social y Sociosanitaria (IASS) junto a la empresa Aeromédica ha querido cumplir uno de los sueños de ambos: poder celebrar su boda. Y es que, como cuenta la coordinadora del centro, Begoña Recio, estos novios "de toda la vida" nunca pudieron hacerlo porque en los tiempos que corrían no les dejaron ni hacerse una foto.

Entre amigos y familiares, Adela y José recibieron una grata sorpresa al poder celebrar sus bodas de platino en una capilla del propio centro, una celebración que más tarde se trasladó a la cuarta planta donde había un gran convite preparado para la familia de los novios y los compañeros de planta de Adela.

El menú de la celebración fue algo muy sencillo, pero muy lejos de los usuales "potajitos" que toman a diario las personas que viven en el centro. Todo un menú especial basado en un picoteo de tortilla, queso "blandito" y pan con hummus, un primer plato de pastel de carne emplatado y servido individualmente a cada asistente, y una gran tarta -y mousse de fresa- como colofón.

Al tratarse de un centro de alto requerimiento, el personal tuvo que hacer un gran esfuerzo por sacar adelante esta celebración, que, no obstante, acabó siendo muy gratificante tan solo por poder ver las sonrisas tanto de los novios como de los asistentes.

El "regalo de boda" fue discreto pero emocionante, y es que el centro le ha comunicado a José que puede que dentro de muy poco pueda acceder a la plaza que tan fervientemente espera desde 2015. Una noticia que entusiasmó a José, quien pronto podrá volver a pasar días y noches enamorando a su querida Adela.