El teólogo Juan José Tamayo, director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones de la Universidad Carlos III de Madrid, manifestó ayer en Tenerife que, con los robos de niños o adopciones ilegales, se creo "una red perfectamente organizada de secuestradores, de ladrones de personas de diversas congregaciones e instituciones religiosas para delinquir, para extorsionar a miles de familias". Tamayo participó en las Jornadas para debatir ideas sobre la Proposición de Ley de Memoria Histórica de Canarias.

El acto se desarrolló en la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de La Laguna.

El teólogo indicó que esas acciones ocurrieron "quizá con el conocimiento, la complicidad y la legitimación de las propias congregaciones, la permisividad de las autoridades eclesiásticas o la falta de vigilancia de los poderes del Estado". Además, citó que hubo colaboración de algunos profesionales de la sanidad, como médicos y enfermeras.

El profesor universitario indicó que la situación se llevó a cabo por "personas consagradas a Dios y al servicio del prójimo, dedicadas al cuidado de la salud y de la protección de la vida; personas de quienes la gente se fiaba por considerarlas buenas profesionales y buenas cristianas".

Tamayo denunció la existencia de "niños convertidos en mercancía, en productos venales, instrumentos, medios para fines supuestamente superiores (una vida mejor con familias pudientes), objeto de compra-venta, de negocio". Afirmó que "se negocia con la vida, lo más innegociable, sobre todo cuando se trata de niños y niñas indefensas".

Y citó el testimonio de Liberia Hernández, que fue sacada de la Casa Cuna de Tenerife para ser llevada a la región de Valencia, con la finalidad última de cuidar de un matrimonio de avanzada edad. Cuando era una menor, la madre adoptiva le dijo a Liberia: "¡Con el dinero que me has costado! Podría haber comprado una piara de cerdos".

En opinión del teólogo, en el caso de las religiosas implicadas en los procesos irregulares se produjo una "incoherencia entre el discurso y la acción; el decir y el hacer; la teoría y la práctica". Aseguró que existió un "juego macabro" con la vida y la muerte, que delata la frialdad, la insensibilidad, la falta de entrañas: decir a los padres que ha muerto? generando dolor, sufrimiento, amargura, tristeza, desolación, desconsuelo, desdicha, infelicidad, desesperación, con consecuencias psíquicas de por vida".

las claves

Juan José Tamayo opina que, con la implicación de religiosas, hubo "una incoherencia entre el decir y el hacer", con respecto a los robos de niños o las adopciones irregulares.

El profesor opina habla de "la falta de entrañas" que hubo que tener para mentir a unos padres al decirles que un hijo o hija había muerto, generando un dolor de por vida.