José María Setién, obispo de San Sebastián durante los años más duros de ETA -y obispo emérito de la diócesis-, falleció ayer a los 90 años como consecuencia del ictus que sufrió el domingo. Setién se erigió en una controvertida figura por sus opiniones afines al nacionalismo, en las que muchos vieron una cierta comprensión hacia los miembros de la banda terrorista, a la que siempre pidió que dejara de matar.

Setién, nacido en Hernani (Gipuzkoa) en marzo de 1928, tomó posesión como obispo de la diócesis de San Sebastián al día siguiente de haber cumplido 51 años. Le esperaban por delante dos largas décadas como prelado en las que se convirtió en un hacedor de titulares con sus polémicas declaraciones, pastorales y homilías.

Recibió muchas críticas de los sectores no nacionalistas y de las víctimas de ETA

Sus posiciones a favor del derecho de autodeterminación y de la negociación entre el Gobierno y ETA fueron cuestionadas, así como sus críticas a algunas acciones policiales y su denuncia de las supuestas torturas a integrantes de ETA.

Fue calificado de equidistante desde las posiciones alejadas del nacionalismo, cuando no de amigo de ETA, pero eso no impidió que a lo largo de su ejercicio siguiera hablando de la violencia en el País Vasco desde un punto de vista político. Y "ético", según solía subrayar.

"Queremos hacer una revisión de nuestras actitudes, ante la paz no podemos contentarnos con decir que la culpa de la falta de paz la tienen solo los otros", aseguró en febrero de 1994 este religioso, una persona considerada de trato frío, al que gran parte de las víctimas de ETA sintieron casi siempre muy lejano. En una pastoral de 1997, dijo que ni los atentados de ETA ni las acciones policiales "deben paralizar los esfuerzos orientados a buscar otros caminos más humanos de pacificación".