Fauzia tuvo que renunciar a seguir estudiando para poder hacerse cargo de sus dos hermanas más pequeñas. Las tres, originarias de Etiopía, viven en el campo de refugiados de Kakuma (Kenia), pero solo las dos pequeñas están recibiendo algún tipo de educación. Como Fauzia, en el mundo hay cuatro millones de niños refugiados para los que el acceso a educación es una quimera.

Así se desprende del informe "Invertir la Tendencia: la Educación de los Refugiados en Crisis", publicado ayer por el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (Acnur). De los más de 25,4 millones de refugiados en el mundo que había a finales de 2017, más de la mitad son niños, entre los que figuran 7,4 millones en edad escolar.

En el mundo hay cuatro millones de niños en esta situación, según un informe de Acnur

Sin embargo, a pesar de los esfuerzos de los gobiernos, de Acnur y de las organizaciones socias, la matriculación de niñas y niños refugiados en la escuela no logra seguirle el ritmo al aumento de la población refugiada y de hecho se incrementó en medio millón el número de menores sin acceso a la educación en el último año.

"La educación es un medio para ayudar a que niñas y niños sanen, pero también es fundamental para la reconstrucción de sus países", ha defendido el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados, Filippo Grandi. "Sin educación, el futuro de estos niños y niñas y de sus comunidades se verá irremediablemente perjudicado", advierte.

Según el informe, solo el 61 por ciento de los niños refugiados frecuenta la escuela primaria, en contraste con una tasa de escolarización del 92 por ciento a nivel mundial. A medida que los niños refugiados crecen, esta brecha se hace más profunda, lamenta Acnur.