Nuestras neuronas son un pequeño y complicado reflejo de nuestro cuerpo. Cuanto más estímulos activos tengan, más ganas tendrán de seguir trabajando; algo similar a lo que nos ocurre cuando hacemos ejercicio, siempre queremos más. Esto sin duda, demuestra que la edad no es determinante en el envejecimiento de nuestro cerebro. Lo único que tenemos que hacer es sacarlo de nuestra zona de confort.

¿Cómo hacerlo? Raquel Marín, neurocientífica y divulgadora, tiene una receta y consiste en "enriquecer nuestra red de circuitos neuronales" con actividades que se salgan de la rutina.

Aprender a tocar un instrumento, palabras en un idioma desconocido, seleccionar rutas alternativas a las usuales para llegar al trabajo o a casa, buscar nuevos supermercados donde comprar o acordarse de en qué tienda tiene el precio más barato de uno o varios productos son algunas de estas pequeñas modificaciones que pueden ayudar a mantener el cerebro vivo durante más tiempo.

Marín, con el objetivo de que el público "sea libre a la hora de tomar decisiones sobre qué tipo de vida quiere llevar", está trabajando su segundo libro, continuación de "Dale vida a tu cerebro" (Roca Editorial). La neurocientífica, que suele plasmar sus artículos de divulgación en la web www.raquelmarin.net, plantea con este proyecto crear una "guía más práctica".

En esta propuesta hará mayor hincapié en cómo funciona nuestro cerebro en distintas etapas (desde la infancia hasta la edad adulta, pasando por la adolescencia), remarcará el papel del intestino como segundo cerebro y propondrá distintos programas y estrategias de estilo de vida ajustados al momento intelectual o emocional en el que se encuentre cada persona.

En este nuevo libro, Raquel Marín también recuperará los consejos de alimentación para el cerebro, una de las partes más llamativas de su primera obra.

Si entonces describió en tablas exhaustivas "los componentes de la alimentación del cerebro y dónde encontrarlos", en esta segunda parte se centrará en concretar recetas diarias. Además, por primera vez acercará al público los mejores postres para el cerebro. Un trabajo que describe como "complicado", ya que ninguno debe llevar azúcar refinado debido a la toxicidad que este componente tiene en el órgano más importante de nuestro cuerpo.

Como ella misma concluye, sus libros y consejos no han venido "a este mundo a cambiar la vida de nadie". No obstante, dentro del tsunami de información que recibimos de todo tipo, el público agradece la existencia de obras que se basen en información contrastada, veraz y con base científica, como la que ofrece Marín.

Y es que, además de tener una marcada faceta dedicada a la divulgación, Marín es una insaciable investigadora. Su área de estudio está orientada a las enfermedades neurodegenerativas asociadas al envejecimiento, especialmente las más comunes como el alzhéimer y el párkinson.

En este sentido, ha llegado a la conclusión de que la alimentación es crucial. "Uno de los primeros desencadenantes que observamos en una disfunción temprana de la célula es la falta de grasas esenciales", insistió, "se ha llegado a la conclusión de que esas carencias modifican las funciones en las neuronas y pueden inducir más fácilmente a la consecución de una patología".

En los últimos años, no obstante, hay un factor que está disminuyendo el coeficiente intelectual de las nuevas generaciones, y el problema podría estar en el uso inadecuado de las nuevas tecnologías. O al menos eso es lo que parece concluir un estudio realizado en Noruega a 780.000 jóvenes, en el que se ve un importante cambio en la forma en la que la última generación gestiona su actividad intelectual. "La gestión de la lógica, la asociación de ideas, las habilidades sociales y la memoria a largo plazo ha cambiado", explica Marín. El sínfín de estímulos a los que estamos acostumbrados -televisión, móvil, redes sociales...- nos hace adquirir un papel de "observador". "Vemos un poco el paisaje, pero no llegamos a ver el fondo", asemeja Marín. Solo sacar al cerebro de la zona de confort puede evitar la progresiva degradación de la mente humana.

La mejor dieta es la equilibrada

Las dietas muy estrictas tienen un problema crucial: nuestro cuerpo no está preparado para metabolizar los nutrientes de los alimentos. El veganismo, la dieta occidental o el alto consumo de carnes rojas tienen consecuencias directas en el cerebro. Así, la falta de omega tres, vitamina b12 o fibra, entre otros muchos nutrientes, pueden llegar a generar desajustes en la actividad cerebral, lo que a medio-largo plazo se puede traducir en trastornos del sueño o sensación de confusión, entre otros muchos síntomas. Y es que nuestro "tercer cerebro", el que se encuentra en el intestino y está formado por todo tipo de bacterias, también tiene que comer. "Cuánto más variado comamos, más diversa será tu flora intestinal", afirma Raquel Marín. Esto, además, según estudios recientes, podría ayudar a "reforzar el sistema inmune", generando una capacidad mayor de afrontar inflamaciones, así como de afrontar mejor la salud mental. Actualmente, las dietas muy selectivas están provocando que parte de estas bacterias desaparezcan. Por esta razón, "se están creando bancos de bacterias" que se guardan a bajas temperaturas para reutilizarlas "cuando sean necesarias en personas con carencias". Lo que se concluye es que la mejor dieta es la mediterránea, pero ojo, hay que seguirla al pie de la letra: consumiendo pescado entre 3 y 4 veces a la semana, carne magra con moderación, muy poca carne roja, lácteos fermentados, legumbres, muchas verduras, frutas con moderación, aceite de oliva y muy pocos dulces.