La de Carmen Marrero es una historia dura, pero también demuestra que es posible salir adelante ante las dificultades de la vida. Madre a los 16, cuando era una niña, y con una primera relación de pareja que fue muy complicada, lleva 36 años cuidando prácticamente sola de su hijo, David, nacido con malformaciones congénitas y con secuelas todavía hoy. Lo ha sacado adelante y, además, a raíz de esta experiencia estudió para trabajar como Auxiliar de Enfermería cumplidos los cuarenta. Una auténtica madre coraje que en 2011, a través de una carta, publicaba sus vivencias y lo que tuvo que pasar con su hijo. "Para que no ocurra más doy mi opinión como madre, pero también como profesional sanitaria".

Carmen quería y quiere "despertar la conciencia de la sociedad sobre la necesidad de un servicio con un equipo de profesionales que trabajen en conjunto para tratar enfermos crónicos, mejorando su calidad de vida y realizando una actuación de prevención de enfermedades a niños que aun no las padecen".

Casi una niña se vio sola en el hospital, su segunda casa. El relato de las operaciones, hasta once, en los primeros diez años de vida de David es espeluznante. Carmen recuerda "el dolor de mi hijo en unas curas complicadas y ante un médico que no tenía carácter para tratarlo bien. No quería ni ir a la consulta".

Con los años David "aprendió a comer, hablar y caminar", pero "llegó un momento en el que quedamos en una situación muy complicada y nos vimos en desamparo".

"Era muy joven -rememora nuestra protagonista- no trabajaba y vivía con mis padres. Cuando me pidieron dinero para continuar el tratamiento con un psicoanalista dejé de llevarlo. No tenía ni para comprarle la medicación que le recetaban".

Continúa con su relato: "Del pediatra me derivaron a Salud Mental, donde no había un buen seguimiento y mezclaban a mi hijo con personas adultas que tenían todo tipo de patologías". Por otro lado, "tenía problemas de aprendizaje en la escuela". Un paso por el Hospital Valle de Hebrón en Barcelona "nos dejó con la moral por las suelos y con el mismo problema".

Otro doctor "nos acogió luego como una persona cercana, servicial y optimista. Acometió una nueva intervención quirúrgica", valora, pero ella estaba ya "sin fuerzas, sin ayuda, ni psicológica, ni moral, ni familiar. Un momento de confusión, soledad, amargura e incertidumbre. Fui la madre, la enfermera". El niño sufrió varias operaciones más, pero "ese médico hizo que mi hijo mejorara".

Otro problema fue el colegio durante la adolescencia. "No le entendían, estaba metido en su mundo, apático, desinteresado y triste. No terminó sus estudios. Precisa en la actualidad apoyo psicológico y un tratamiento determinado. Ha estado muchos años con insomnio y hoy sigue con las secuelas psíquicas de tantos traumas que sufrió durante la infancia".

Actualmente, con 36 años "seguimos con visitas periódicas a diferentes especialidades dejando atrás a sus médicos, ya jubilados, para seguir los tratamientos con nuevos especialistas en la casa que es el hospital que nos vio crecer a los dos. Eso no significa que lo lleves mejor y no existan carencias sino que hay que seguir luchando con las ayudas necesarias para continuar el recorrido con paciencia y comprensión por parte de todos, siendo positivos".

Pero es que Carmen no se rindió nunca y se propuso estudiar Auxiliar de Enfermería "para poder entender a mi hijo. Ahora trabajo en el hospital y es cuando he llegado a comprender ciertas cosas. Quiero que las carencias que tuvimos nosotros no las tengan otros niños que estén enfermos ni, por supuesto, sus padres".

Añade que "en mi caso las decisiones no fueron acertadas y tendría que haber existido otro protocolo. Sin tantas operaciones sino interviniendo lo justo y con un postoperatorio correcto que hubiera evitado tantas secuelas. Procesos crónicos con ingresos de críos de 0 a 14 años que repercuten en el ámbito familiar y requieren preparación, apoyo y asesoramiento para sobrellevar la situación. Yo no los tuve".

Carmen concluye: "El objetivo no solo es curar al niño sino lograr que llegue a ser un adulto sano, física, emocional y socialmente. Para ello hay que tratar de adaptar el hospital a las necesidades del niño y el adolescente. Y trabajar para que durante el proceso de su enfermedad logre llevar una vida lo más normal posible".

Lo dice quien tiene una doble experiencia vital: como madre (coraje) y desde la perspectiva de ser un profesional sanitario.

El decálogo de Carmen para situaciones como la que ella ha vivido con su hijo

Crear conciencia en la sociedad de lo ocurrido con David llevó a Carmen a establecer su propio decálogo sobre cómo afrontar casos parecidos. En primer lugar apunta a "un plan de prevención que incluya la creación de un grupo multidiscipinar y selección del personal que sepa tratar a los niños". Asimismo, "como medidas básicas, la atención al niño enfermo; la educación sanitaria y el apoyo psicológico a los padres; el seguimiento de los niños expuestos al riesgo social y psicológico y la asistencia social a las familias de bajo nivel económico". Dentro ya del apartado médico, "valoración adecuada y una vigilancia sanitaria para detectar signos de alarma y la observación en todo el proceso y la historia clínica". Carmen valora de manera detallada las figuras y el papel de enfermeros, psicólogos, psiquiatras, terapeutas, trabajadores sociales, maestros en la escuela y neuropsicólogos infantiles. Un programa global en el tratamiento de cada caso.

Carmen nació en el corazón de Taco, en la barriada de San Luis Gonzaga. Ahora reside desde hace años en Santa María del Mar y lo hizo también antes en Ofra donde su actual pareja, José Enrique, con el que ha tenido otros dos hijos (Yvonne y Misael), regenta un bar familiar. Para él tiene unas palabras: "Mi apoyo junto con mi madre, Adela. Ambos han sido los pilares para sostenerme en los malos momentos". Tras el episodio traumático del embarazo, explica que "me formé en la Escuela de Hostelería en un curso de Barman profesional impartido en Adeje en 1988. Luego trabajé varios años en el sector para mantener a mi hijo. Al querer seguir estudiando, para acceder a un grado medio hice la Educación Secundaria (la ESO) en Radio Ecca. Trabajaba y escuchaba la radio todas las noches". Después, añade, "obtuve la titulación y me inscribí en el instituto de Añaza en el curso de auxiliar, en clases presenciales compaginando estas por las mañanas y por la tarde el trabajo". Así, hasta que a los 38 años empecé a estudiar Auxiliar de Enfermería. De nuevo por las mañanas en clases y por la tarde en mi trabajo". El paso definitivo llegó "a los 40 cuando entré en el Hospital Nuestra Señora de La Candelaria, donde sigo hoy en día".