Cuidar del medio ambiente es imposible sin un par de manos de más. Conseguir que nuestro entorno sea sostenible no es posible sin la colaboración de todos los agentes implicados, y tampoco se puede lograr si no remamos todos en la misma dirección.

Es la máxima por la que aboga el voluntariado ambiental, que se regula legalmente con la figura del custodio del terreno. Este concepto, que nace en Estados Unidos, aboga por promover acuerdos entre un particular, ONG y administraciones públicas para proteger un espacio medioambiental y así conservar los valores naturales y paisajísticos del mismo.

El próximo 23 de febrero, los colectivos de voluntariado ambiental se reunirán en Tegueste para tratar de concretar una línea de acción común en torno a esta figura en las Islas, ya que aún no ha calado en la sociedad canaria. En este sentido, Cultania Gestión Integral del Patrimonio ha cogido las riendas para aunar las actividades que se están haciendo en toda Canarias, empezando por Tenerife, asesorando a todos los actores para poder comenzar a custodiar el territorio de manera más organizada.

La custodia del territorio es una "herramienta ciudadana" que permite suplir las "carencias de la Administración" cuando no puede llegar a todos los espacios, como explicó Cyntia Marrero, antropóloga de Cultania. Básicamente, consiste en implicar a los propietarios de un terreno en su conservación bajo el amparo de una ONG.

Para poder realizar esta tarea, debe estar detrás de ello una entidad sin ánimo de lucro, que se base en el trabajo voluntario en el que estén presentes los acuerdos entre las entidades públicas y privadas, y donde, además, se creen unos estatutos de conservación del medioambiente a través de procesos participativos.

En Tenerife se han identificado dos proyectos que cumplen todos los requisitos para poder ser denominados custodios del territorio, aunque ni siquiera sus propios precursores conocieran esta denominación.

"Canarias está llena de barrancos abandonados y toda la basura que ahí se vierte llega al mar", explicó Goretti Rodríguez Duque, gerente de la Fundación Buen Samaritano. El barranco de Añaza era otro ejemplo de este abandono, pero hace cuatro años, gracias a la Fundación Buen Samaritano, esto empezó a cambiar. Liderados por el padre Pepe, un grupo de voluntarios comenzó a limpiar y a hacer más sostenible el lugar. Hoy se ha convertido en un espacio de recreo donde se puede disfrutar de la naturaleza, al tiempo que se aprende a cuidar del medio.

El espacio lo coronan tres contenedores reciclados que acogen una cafetería y un aula de la naturaleza con vistas al barranco. Un barranco que, cuatro años después, desprende un aura totalmente distinta. "Se escucha el canto de los pajaritos y se ha convertido en un espacio muy agradable", insistió Rodríguez.

Algo similar ocurrió en Tacoronte, cuando en 2016 se reactivó la asociación de vecinos de San Jerónimo. Vicente Zapata, que llegó en ese momento a la asociación vecinal, apostó junto al resto de ciudadanos de la zona por la recuperación patrimonial de bienes de alto valor. El lugar elegido fue el Callejón Grande de Tacoronte, camino histórico "que estaba perdido, lleno de vegetación y sin uso". "Solo quedaba en la memoria de los vecinos más veteranos" aquel tramo que un día fue atajo entre Valle de Guerra, Tejina y Tacoronte tras la conquista, recordó Zapata.

Actualmente, la asociación ha asumido las funciones de ONG y, gracias a la colaboración del Ayuntamiento de Tacoronte y el Cabildo de Tenerife, no solo han restaurado y limpiado el camino, sino que también han creado una auténtica aula de la naturaleza y se ha habilitado un espacio más para el senderismo.

Estos dos proyectos son solo un reflejo de la simbiosis perfecta en la que tendría que estar sustentada nuestra sociedad. Cuidar de nuestro entorno y convivir con él, logrando un beneficio claro para la sociedad que no cause perjuicio alguno al entorno único en el que se sustentan nuestras islas.