No estaban el pasado miércoles y jueves en Facebook para hacer amigos. Humillada la red social más popular al tener que publicar en Twitter que "algunas personas actualmente tienen problemas" para acceder a sus servicios, como Whatsapp, porque ni siquiera su web de incidencias de funcionamiento se podía consultar.

Los primeros rumores, desmentidos por la empresa y la mayoría de la comunidad profesional, apuntaban a un ataque de denegación de servicio (DDoS en inglés). Se produce cuando decenas de miles, o millones, de equipos conectados a internet realizan alguna petición absurda contra un servicio. Un ejemplo equivalente en el mundo real podrían realizarlo cientos de personas en un buen restaurante que preguntasen continuamente a los camareros la hora, o pidieran un vaso de agua. No se podría atender al público. Parece casi imposible realizar un ataque hacker de este tipo contra una empresa que tiene cientos de miles, sino millones, de servidores distribuidos en al menos 15 puntos diferentes del planeta. En octubre de 2016 se produjo uno de los ataques más destacados de este tipo utilizando dispositivos conectados a la red como las bombillas. Aunque no era su objetivo, afectó colateralmente a Whatsapp.

En las primeras horas hubo quien aventuró la incapacidad de Facebook para atender la inmensa cantidad de mensajes y datos que se envían a través de sus redes sociales y servicios de mensajería. Solo con Whatsapp se entregan de media 27 millones de mensajes de texto, audio, imágenes y vídeo por minuto. Todos los años, en Nochevieja, el servicio de mensajería ha sufrido problemas de lentitud y colapso. Decenas de miles de millones de mensajes en pocos segundos saturan el servicio dejando la felicitación del cambio de año en un limbo digital por varios minutos. Sin embargo, el traslado de Whatsapp a las propias instalaciones de Facebook evitó que en la Nochevieja de 2018 se cayera, primera vez que funciona correctamente en los últimos años. Las caídas de un servicio por aluvión de peticiones válidas se asemeja al sufrimiento de los conductores en las ciudades a primera hora de la mañana. Desde que se produce un percance la fluidez del tráfico tarda en recuperarse.

En esta ocasión Whatsapp se cae porque lo hizo toda su empresa, Facebook. Problemas de diferente intensidad en función del país, o del tipo de acción realizada. Algunos no podía consultar textos, otros recibir imágenes y la mayoría no podía entrar en la red social. Síntomas endiablados cuando hay que comprobar cientos de miles de servidores. Sin más explicaciones que den luz a la frustración de cientos de millones de personas durante casi un día, Facebook, el hacker del concepto de amistad, volverá a hacer malabarismos para que no les abandonemos. Curiosamente, tras resolver el problema, salen de la empresa los responsables de producto de Facebook y Whatsapp.

El corte más severo de su historia

Al menos 30 cortes de servicio ha experimentado Whatsapp desde 2009. La gran mayoría se produjo antes de que Facebook la comprase por 17.500 millones de euros en 2014. Poco después, estuvo afectada por un problema que duró dos horas. Desde entonces al menos en cuatro ocasiones más ha sufrido caídas importantes en las que sus usuarios buscaban consuelo en Twitter e Instagram.

La empresa Facebook, que ahora se presenta más abierta y preocupada por nuestra privacidad, se comporta como un adolescente cerrándose en banda cada vez que tiene un serio problema. Lo hizo en su mayor escándalo, el uso de datos personales en el caso Cambridge Analytica, y repite en esta ocasión, su mayor caída, al indicar en un sencillo tuit, que un "cambio en la configuración del servidor" fue el origen de los problemas.

LAS CIFRAS

81 mill. Facebook ha dejado de ingresar unos 81 millones de euros durante las más de 12 horas con serios problemas en sus servicios.

1.520 millones de personas usan diariamente los servicios de Whatsapp, Messenger, Facebook e Instagram que sufrieron la caída.

3 mill. Telegram ha registrado tres millones de altas en su app de mensajería con el último corte de Whatsapp.