Vicente Olmo Espinosa quiso toda su vida formar parte de la Banda de Música de Guía de Isora, pero tuvo que esperar hasta cumplir 60 años para acceder. Ya lleva 11 como percusionista, fundamentalmente tocando el tambor. Su historia es la de quien "quiso y no le dejaron", porque cuando de joven lo intentó, "el cacique de turno lo impidió". Hoy, con 72 años, acompaña en la Banda Municipal de Música Virgen de la Luz a sus hijos gemelos, Adán y Saúl (23 años), y a su nieto, Iago (11 años), descendiente de su hija Noelia. Que también tiene su historia musical.

Sus hijos hablan con devoción del patriarca, al que le reconocen el mérito de haberles inculcado la música: "Con tres años empezamos en la escuela de la banda, cuando cumplimos los seis nos dieron los instrumentos y ya entramos en ella a los ocho". Lo cuenta Saúl, que supera a su padre en nueve años como miembro de esta formación, "porque la historia de mi padre es especial". Narra que a su progenitor "le maravillaba la música y de pequeño le dieron la oportunidad de tocar el fliscorno, pero ocurrió lo de siempre. Mi padre era de clase humilde y los instrumentos estaban contados. Llegó el hijo de una persona importante del pueblo y se lo quitaron a mi padre". Vicente es más rotundo: "Cogí un capricho, me fui y no volví más".

Pasaron décadas hasta que estudió trombón y de ahí, al bombardino, "pero la capacidad de absorción y de aprendizaje a los 60 años no es la misma que cuando se es joven. De ahí que optara por uno de percusión".

Adán y Saúl son gemelos nacidos cuando Vicente Olmo tenía 48 años "y siempre tuvo la ilusión de que los niños aprendieran música", explica Noelia. ¿Qué ocurría en esas horas que el padre esperaba a que los hijos terminaran la clase? "Charlie, el director, lo conquistó y le enseñó solfeo. Entonces ya se enganchó". "A los 60 años justos fue mi primer concierto en el Auditorio de Guía de Isora, y ahí estoy, hasta que me aguanten".

Entre el clarinete de Adán y la trompeta de Saúl, Vicente lo tiene claro: "En la música, los dos están muy bien".

Y falta Iago, el nieto. A todos les cambia la voz y todos coinciden: "Iago es especial", apunta el abuelo. "Es un niño que se queda con todo lo que el profesor le enseña". El tío lo define como "un fenómeno. Tiene una musicalidad espectacular. Parece que nació con las baquetas bajo el brazo. No sé si es por habernos escuchado siempre o porque mi hermana acudía a conciertos embarazada, lo cierto es que el niño es una pasada. Tiene cualidades para ser un gran músico".

Los Olmo son pura música. Cuenta el patriarca (y secundan los hijos) que "las fiestas en casa son muy buenas (risas). En Navidad, toda la Banda de Música termina aquí después del pasacalle. Aquí disfrutamos". Y cada cual haciendo sonar la caja, el bombo, el clarinete y la trompeta.