Para muchos narcotraficantes, policías, jueces o fiscales sigue siendo el hombre de la Udyco (Unidad de Drogas y Crimen Organizado) en la provincia de Santa Cruz de Tenerife. Se llama Santiago García, es inspector jefe y una de las personas que más historias puede contar sobre las operaciones contra el tráfico de estupefacientes en el Archipiélago. Hoy dirige otro departamento, la Unidad de Delincuencia Económica y Violenta (UDEV) de la Brigada Provincial de Policía Judicial. Pero su trayectoria en la lucha contra la comercialización de cocaína, hachís, heroína o éxtasis a gran y mediana escala resulta indudable. Hace varias semanas, este mando de la Policía Nacional participó en la presentación en la Isla del libro Narcogallegos. El libro blanco del narcotráfico. Tras los pasos de Sito Miñanco, del periodista gallego Víctor Méndez y publicado por la editorial Catarata.

Méndez refleja en su obra la realidad, sin eufemismos ni idealizaciones, sobre las acciones de las personas que han hecho fortuna con la importación y distribución de droga en su tierra. Santiago García expuso en dicho acto algunas de las operaciones desarrolladas por la Udyco en su época y sus comentarios no son párrafos de novela, sino intervenciones verídicas.

El comienzo de su charla no tuvo desperdicio. "Hoy un kilo de oro tiene un valor de 21.000 euros; en Santa Cruz de Tenerife poner un kilo de cocaína cuesta 45.000 euros".

Refiere con orgullo que mil gramos de cocaína cuestan 10.000 u 11.000 euros más en las islas occidentales que en las orientales. Aclara que si ese producto es más caro en Santa Cruz de Tenerife que en Las Palmas de Gran Canaria se debe a que en la primera se hicieron en su momento operaciones de gran envergadura, por lo que los narcotraficantes tenían que arriesgar más para colocar en el "mercado negro" esa sustancia. El inspector jefe reconoció que esa situación es fruto del trabajo que en su momento hicieron él y sus equipos, integrados por inspectores, subinspectores, oficiales y agentes. En opinión de Santiago García, la importación y distribución de droga a diferentes escalas ha sido, es y seguirá siendo "una forma de vida". Considera que, en su momento, fue un acierto la aprobación de la legislación que permitió intensificar la lucha contra el blanqueo de capitales procedentes del narcotráfico, que posibilitó intervenir e inmovilizar el dinero en cuentas bancarias y bienes materiales.

En la presentación del libro de Víctor Méndez, celebrada en el Ámbito Cultural de El Corte Inglés, el mando de la Policía Nacional recordó que la primera operación de la Udyco en Santa Cruz de Tenerife consistió en la localización de 750 gramos de cocaína dentro de un acordeón. Para la época, en los años 80, se trataba de una cantidad relevante.

García también mencionó otro hito de su antigua unidad: la incautación de diez kilos de polvo blanco en un juego de bochas. Esa mercancía llegó a las cuatro de la madrugada a Tenerife en un vuelo procedente de Venezuela.

En 1995, el citado departamento de la Brigada de Policía Judicial consiguió interceptar un motovelero en el Sur de Tenerife que había partido de Cartagena (Colombia).

El citado barco transportaba 275 kilos de cocaína. García todavía evoca emocionado que un tripulante lo llamó un viernes por la noche para confesar que en la cocina de la embarcación estaba parte de lo que buscaban. Los agentes revisaron el citado espacio, pero no hallaron más estupefaciente. El detenido pidió subir a bordo y, cuando se lo permitieron, desmontó el fregadero y en el mismo había otros 25 kilos deperico.

Todavía más relevante fue la operación Sultán, en la que fueron detenidas personas de todas las clases sociales en Tenerife. Los integrantes de la Udyco consiguieron intervenir unos 2.000 kilos de hachís y 114 millones de pesetas de la época.

Parte del dinero requisado por los policías nacionales de paisano estaba guardado en garrafas, que, a su vez, se hallaban enterradas en huertas próximas a la histórica plaza del Cristo, en La Laguna.

Cuando se celebró el juicio por esta causa, los miembros del grupo organizado pasaron ante el líder y le besaron la mano. Todo un símbolo del poder alcanzado por el cabecilla.