Isabel Canino Rivero era muy joven cuando conoció a Salvador Alberto Morales. Y todo comenzó en una parada de guaguas situada en la calle Mencey Bencomo del barrio de La Salud, en la capital tinerfeña.

La chica, por aquel entonces, trabajaba en una empresa de construcción y solía coger la guagua para llegar hasta su casa familiar situada en la parte alta de Cuesta de Piedra. Pero el conductor de esa línea, la 901, se convirtió en su verdugo.

Las distintas fuentes de su entorno mantienen que el hombre, "obsesionado" con Isabel, le abrió la puertas para que entrase a formar parte de la empresa de transportes. Primero lo hizo en el servicio interurbano, pero luego, con el tiempo, se convirtió en conductora del servicio urbano. Isabel Canino y Salvador Alberto Morales llegaron a vivir juntos durante un año en la casa de la joven, situada en el barrio de El Sobradillo.

Una convivencia insostenible.- Sin embargo, relatan las fuentes, Isabel no resistió la convivencia y "echó" a Salvador de su casa. En agosto del año pasado, la vecina de Santa Cruz decidió romper con la relación, "aunque era tan buena que a veces lo recibía en su casa", indicó un buen conocedor de la víctima.

Y es que, añaden las fuentes consultadas, Salvador Alberto Morales era un "acosador". Pasado el tiempo, Isabel Canino, que quería salir del "agujero" en el que estaba metida, comenzó a mantener una estrecha relación con otra persona, precisamente un compañero de trabajo. "Se veían a escondidas y poco a poco se fue recuperando". La vida de Isabel Canino se había complicado desde que conoció a su presunto asesino. Isabel llegó a convertirse en una persona que cuando terminaba la jornada laboral se marchaba a su casa, alejándose, incluso, de sus amistades. "Dejó de tener amigos por Salvador, estaba todo el día llamándola. Aunque dejó de hacerlo desde el día en el que desapareció". Era tanta la presión que sufría por parte de Salvador Alberto Morales, agregan las mismas fuentes, que incluso llegó hasta a encerrarse en el interior de una guagua de las cocheras para desahogarse. Es más, el presunto asesino se introdujo en algún vehículo de los que conducía Isabel para estar cerca de ella. "Recuerdo que ella tuvo que retirarse hasta de algún servicio".

La aventura de Cádiz.- Isabel Canino decidió un día marcharse a Cádiz para formar parte del Ejército como voluntaria. Y de nuevo, como venía siendo habitual, Salvador truncó su ilusión y marchó hasta Andalucía. Luego, en diciembre de 2007, Isabel volvió de nuevo Cádiz. Allí la esperaba un amigo de la familia, quizás quería huir de su tormentoso pasado. Esta vez, Salvador Alberto Morales acudió a una amiga personal de Isabel en busca de su paradero.

Y lo mismo hizo cuando se enteró de que la chica mantenía la mencionada relación de pareja con el joven trabajador de Titsa. De hecho, esta persona llegó a recibir llamadas del presunto asesino. "Isabel llegó a ir a un psicólogo. Hacía tests en los tiempos muertos de su trabajo", afirmaron las mismas fuentes.

"No tengo nada que decir".- EL DÍA habló hace aproximadamente un mes con el presunto asesino de Isabel Canino. En una corta conversación telefónica, Salvador Alberto Morales dijo que no tenía qué decir, que el caso estaba bajo secreto sumarial y que todo se encontraba en manos de sus abogados. La vida de la joven chicharrera tuvo un final trágico. La Policía halló el pasado jueves el cuerpo sin vida de esta vecina de El Sobradillo en una fosa séptica de una casa en el camino de La Hornera propiedad del individuo.