Con frecuencia, en las conversaciones coloquiales con amigos y conocidos no se presta excesiva atención a las palabras del interlocutor. Sin embargo, siempre hay que oír y escuchar el mensaje del otro, sobre todo cuando uno no sabe si está hablando con un héroe o con un asesino. Ésta es la historia de Virginia, la mujer valiente que se atrevió a dirigirse a la Policía Nacional para dar las claves fundamentales con que los investigadores descubrieron el cadáver de Isabel Canino en una arqueta de un edificio del Camino de la Hornera, en La Laguna.

En mayo del año pasado, el Ayuntamiento de La Laguna otorgó a Salvador Morales Méndez la licencia de obras para la remodelación de un inmueble en el número 80 del Camino de la Hornera, cerca del Campus Universitario de Guajara. Por aquel entonces, un joven, llamado Javier, disfrutaba del tercer grado penitenciario, trabajaba por las mañanas, durante las tardes pasaba por el piso de su ex novia en el mencionado edificio y por las noches iba a dormir a Tenerife I, en la avenida Benito Pérez Armas de Santa Cruz de Tenerife. Con frecuencia, su casero, Salvador, lo llamaba para que lo ayudara en algún pequeño trabajo. Una de las calurosas tardes de julio de 2008, Salvador se tomaba un café y Javier aceptó beberse una cerveza en la planta baja del inmueble, donde el acusado de asesinar a Isabel tiene un taller para hacer diversas tareas, como fontanería o pintura.

Aquella tarde, Salvador le dijo a Javier algo parecido a: "Si algún día matas a alguien, me lo dices, que yo sé cómo esconderlo en el pozo". Y con un gesto señaló al suelo del estudio que estaba arreglando.

Todo quedó ahí, hasta que el pasado 11 de mayo Javier vio unas imágenes de televisión y reconoció a Salvador saliendo de un juzgado de La Laguna en la información sobre la desaparición de Isabel.

En ese instante, sin saber muy bien por qué, relacionó aquella conversación de hacía 10 meses con las sospechas sobre su relación con el caso de la joven conductora de Titsa.

Javier se lo contó a una ex compañera de trabajo, Virginia, una joven de 27 años de edad y vecina de Ofra. En un primer momento, Javier no tenía ganas de meterse en problemas y, a pesar de lo revelador que podía ser su testimonio, prefería "pasar" de contárselo a la Policía. Sin embargo, Virginia no estaba tranquila y, a pesar de los consejos desalentadores de parte de su entorno, siempre creyó que, si contaba algo, podría dar un hilo de esperanza a la familia de Isabel y un halo de luz a los investigadores.

El 12 de mayo decidió hablar con un vecino que es policía nacional, a quien las palabras de Virginia le parecieron "interesantes". En ese instante, el agente llamó al jefe del Grupo de Homicidios, quien inmediatamente preguntó por la credibilidad de Virginia, y la respuesta fue que es una "chica seria".

Los funcionarios le tomaron declaración a la mujer santacrucera y observaron indicios de credibilidad. Además, recordaron que un vecino del Camino de la Hornera también denunció que tuvo una discusión con Salvador Morales Méndez y éste lo amenazó con tirarlo a un pozo negro.

En ese momento, los agentes descubrieron que el acusado tenía muy asumido que las fosas sépticas y la arqueta son recursos "ideales" para enterrar a personas sin dejar rastro y no se descarta que ya desde ese momento tuviera en mente el crimen. Días después, una dotación de los agentes realizó, por segunda vez, excavaciones en el número 80 del Camino de la Hornera, pero sin obtener resultados.

Los policías quisieron una declaración más concreta y forzaron un testimonio más exacto de la posible ubicación de la arqueta por parte de Virginia, su amigo Javier y otro amigo de los anteriores, Santi. En aquel momento, Javier se limitó a repetir las palabras de Salvador, señalar en qué punto mantuvieron la conversación y el gesto del acusado de asesinato hacia el subsuelo. Esas manifestaciones de los "jóvenes héroes anónimos" tuvieron lugar el pasado miércoles en dependencias de la Comisaría de Tres de Mayo.

Al día siguiente, jueves, los trabajos de excavación en la planta baja del edificio de Salvador comenzaron cerca del mediodía. Horas después, dichas tareas dieron sus frutos y el cadáver de Isabel Canino Rivero aparecía en el interior de una arqueta, entero y en avanzado estado de descomposición. En aquel momento se supo que la declaración de Virginia, Javier y Santi tenía mucho fundamento y que mereció la pena escucharlos con atención.