Una de las supervivientes de la matanza en la isla de Utøya relató hoy, en el juicio en Oslo por los atentados del 22 de julio en Noruega, cómo mientras se escondía malherida a pocos metros y escuchaba el tiroteo rogaba para que el ultraderechista Anders Behring Breivik se quitase la vida.

"Cuando se oye hablar de masacres, se espera que el autor se quite la vida. A cada disparo, yo esperaba que él se suicidase", declaró la joven, quien pidió que su identidad permaneciera en el anonimato, según el relato difundido por la televisión pública NRK.

La muchacha recibió varios disparos -uno de los cuales le fracturó el fémur- mientras estaba en la cafetería de Utøya, pero logró escapar por una ventana, hasta que no pudo caminar más.

Otros asistentes al campamento de las Juventudes Laboristas, en el que murieron 69 personas, la recogieron, pero al ver que los disparos sonaban cada vez más cerca pidió que la dejaran sola porque "no quería que nadie muriera por mi culpa", dijo.

A unos metros de la caseta de bombeo trató de hacerse la muerta y de esconderse de Breivik, al que pudo ver disparando a varios jóvenes, pero no fue descubierta por éste y pudo permanecer allí hasta ser rescatada más tarde.

Fue una de los cuatro supervivientes que declararon hoy en el juicio, todos con algo en común: salvaron sus vidas haciéndose pasar por muertos.

Así ocurrió con Glenn Martin Waldenstrøm, de 20 años, que al ser rescatado escupió sangre en el suelo y con ella escribió un número de teléfono para que llamaran a sus padres, pues tenía una herida abierta de bala en la garganta que le dificultaba hablar.

Waldenstrøm, que ha quedado casi ciego de un ojo, recibió un tiro en el cuello al entrar Breivik en una sala de la cafetería.

Al escuchar pasos más tarde, se tiró al suelo y trató de contener la respiración para no hacer ruido, hasta que Breivik abandonó finalmente el edificio.

"Su frente parecía indicar que estaba enfadado, pero a la vez sonreía", relató el joven, quien agregó que, aunque luego descubrió que estaba rodeado de cadáveres, decidió concentrarse en mantenerse con vida hasta que alguien viniera a rescatarlo.

Cuando dos días después despertó del coma en un hospital, lo primero que hizo fue "pedir perdón" por no haber podido salvar a una amiga suya que estaba con él y que fue asesinada por Breivik.

A Ingvild Leren Stensrud, de 17 años, le cayó una chica encima al comenzar el tiroteo en la cafetería y le alcanzaron dos balas en una rodilla y un hombro.

Mientras escuchaba a Breivik cargar el arma, optó por hacerse la muerta, como el resto de jóvenes en la sala.

Desde allí le pareció escuchar a Breivik emitir gritos de guerra afuera, aunque dijo que no estaba segura.

Mientras yacía en el suelo, sonó el teléfono de una amiga muerta, a la que llamaba un conocido.

"Gracias a Dios que estás viva", le dijo el conocido a Stensrud, quien le tuvo que aclarar la confusión.

Cuando poco después volvió a sonar el teléfono y quien llamaba era la madre de la fallecida, Stensrud no tuvo fuerzas para contestar.

También tirado en el suelo aguantó otro joven, mientras el que estaba a su lado recibía varios disparos, el último en la cabeza.

"Después de disparar, volvía a cargar con tranquilidad. Entonces estaba seguro de que moriría", explicó al tribunal el joven, quien recibió varios tiros en la pierna y no se movió, pese a estar sobre "una piscina de sangre".