El proceso judicial contra el acusado del crimen de Guacimara Rodríguez ocurrido en Los Gladiolos el 20 de febrero de 2013 se ha acelerado considerablemente. Ayer aportaron su testimonio el agente que escuchó su confesión en la puerta de la Comisaría de Pérez de Ayala, el jefe y una agente del Grupo de Homicidios, un funcionario de Policía Científica, así como tres forenses del Instituto de Medicina Legal.

Todos los agentes coincidieron en la actitud fría y tranquila del procesado, José Miguel Mendoza Arzola, en los minutos y horas posteriores a su entrega a la Policía.

El primer funcionario que conoció el testimonio del autor confeso del asesinato intervino por videoconferencia y aclaró que a Mendoza Arzola le temblaban la voz y las manos cuando relataba que acababa de apuñalar a su exesposa.

Pero después le apreció "una actitud fría, con la mirada al suelo, no habló en ningún momento ni pidió la presencia de un médico".

Dicho policía nacional precisó que no estaba ido y actuaba de forma "consciente y hacía lo que se le decía".

Después le tocó el turno al inspector que ejerce como jefe del Grupo de Homicidios de la Brigada de Policía Judicial, quien insistió en que "mostró una actitud fría y tranquila; no se le vio nervioso".

Dicho mando aclaró que, tras visionar las imágenes de las cámaras de vídeo que colocadas en la entrada al edificio, se detectó que Mendoza Arzola nunca tuvo intención de "comunicar con la víctima", ya que no pulsó el portero automático y se comportó de forma sigilosa, al acecho y escondiéndose.

El jefe de Homicidios incidió en que el procesado conocía los horarios de salida de la víctima para llevar a sus hijos al colegio y dirigirse a su trabajo en el Instituto de Atención Social y Sociosanitaria.

El inspector considera que el ataque duró menos de un minuto.

Una agente de dicho grupo investigador evocó que, tras el asesinato, el procesado no se acordaba de nada, pero que la miraba a los ojos y se mostraba tranquilo, "como si no hubiera pasado nada".

Un agente de la Brigada de Policía Científica de la capital tinerfeña confirmó ante el Tribunal de Jurado que el arma blanca utilizada en el crimen es un cuchillo de tipo militar, que tiene forma de sierra en uno de los lados de la hoja y que resulta más lesivo que uno de cocina.

Uno de los médicos forenses del Instituto de Medicina Legal de Santa Cruz de Tenerife explicó que tuvo que emplear mucha fuerza para sacar el puñal de la espalda de la víctima, ya que estaba muy anclado en la columna vertebral de la fallecida.

La extracción del arma no es habitual antes de que se proceda a la autopsia, según dicho profesional, que aclaró que el cuchillo se sacó para evitar que hubiera más lesiones internas a la afectada durante el traslado, las cuales podían ofrecer una imagen distorsionada de lo que realmente ocurrió.

Una de las puñaladas afectó al hígado y seccionó la aorta, lo que causó una primera hemorragia interna de gravedad.

Las últimas cuatro heridas de arma blanca realizadas en la espalda fueron efectuadas cuando la víctima ya no se movía, según el informe de los tres forenses.

Dos de esas heridas por la espalda alcanzaron los pulmones, por lo que las mismas hubiesen causado, por sí solas, la muerte de la víctima. Es decir, que hubo varias heridas mortales en órganos vitales.

La conclusión es que Guacimara Rodríguez murió desangrada por las hemorragias internas y externas. Uno de los forenses aclaró que la víctima sufrió a raíz de las heridas y ante la proximidad de sus hijos. Además, se constató que en las manos y uñas de la fallecida no hay señales de lucha o de defensa.