Tras los asesinatos y homicidios, una vez que la Policía hace su trabajo y los medios de comunicación se van en busca de otras noticias, las familias de las víctimas comienzan una tragedia que pasa por superar el impacto emocional inicial y se refleja en varias facetas de su vida cotidiana. La familia de Guacimara Rodríguez, la joven asesinada en Los Gladiolos el año pasado, acaba de revivir intensamente esta semana sus momentos más difíciles. Pero, durante un año y medio, ha soportado el daño moral y psicológico; innumerables trámites burocráticos y la falta de una respuesta eficaz y ágil de administraciones y empresas para estas situaciones extremas; cambios en los hábitos de vida y, en el caso del tutor de los menores, una nueva planificación económica y un esfuerzo emocional.

Luz Marina, hermana de la víctima y 6 años mayor que ella, explica que "lo primero es asimilar esta bomba que te cae" y que haya sido provocada "por una persona con la que has convivido".

Esta trabajadora social, que aún hoy precisa de ayuda psicológica, señala que los trámites burocráticos a superar llegan a provocar "agotamiento".

Según Luz Marina, "en nuestro caso, a veces te llega a molestar que otras personas se rían cerca de donde estás tú". Aclara que ese sentimiento lo sufrió en las semanas posteriores al suceso y lo ha revivido en los días del juicio.

Aclara que su madre, aparte de la afección anímica y mental, "está por estar y el dolor se refleja en su cara". Como vía de escape, "todas las noches escribe a mi hermana" y se ha aferrado a la fe y la oración, relata Luz Marina. En el caso de la madre de Guacimara, vio cómo la expareja de esta la mataba a puñaladas y después expiró en sus brazos. Luz Marina aclara que, en su caso, "ya las ilusiones no son las mismas y no hay grandes expectativas". Por ese motivo, señala: "Ya no miro al futuro, miro el presente, el día a día".

La hermana mayor de Guacimara apunta que, entre tanto dolor, la reciente muerte de una abuela "casi pasó desapercibida".

El hermano de la víctima decidió asumir la tutela de los niños, que presenciaron el crimen. Rechaza realizar cualquier tipo de declaración en los medios porque no quiere que en el entorno donde vive ahora se le vincule con el caso y sus sobrinos sufran todavía más. Pero él ha tenido que empezar "de cero". Buscar una nueva casa fuera de Santa Cruz y retomar la crianza de otros dos "hijos". Este hombre y su esposa tienen dos vástagos que ya son mayores de edad. Pero la pareja se ha comprometido a "sacar adelante" a los pequeños y está dispuesta a realizar el esfuerzo económico y de tiempo que implica la situación en todos los ámbitos.

Durante el juicio, afirmó que, "con mucho amor y cariño", sus sobrinos salen adelante, "pero aún tienen pesadillas algunas noches" y, como es lógico, reciben tratamiento psicológico.

De hecho, a varios pequeños de esa familia hay que explicarles que el autor del crimen no va a salir de prisión en mucho tiempo, explica Luz Marina Rodríguez.

Tras la muerte de Guacimara, sus hermanos se hicieron cargo de pagar la hipoteca durante ocho meses, hasta que "los seguros aceptaron asumir su responsabilidad, para no perder la casa y que en un futuro sea de los dos hijos".

Pero mientras el acusado está en prisión, la familia también debe asumir el pago de los impuestos y tasas municipales (contribución urbana, basura, agua o suministro eléctrico).

Para Luz Marina, organismos públicos y privados "te hacen pasar por trámites como si todo fuera normal, pero no es así".

Una joven luchadora a la que le gustaban los bailes latinos

Guacimara Rodríguez creció en Los Gladiolos y decidió seguir los pasos de su hermana mayor (Luz Marina) para formarse y conseguir un trabajo en el que desarrollar sus capacidades. Ambas terminaron el Instituto, accedieron a la FP, estudiaron auxiliar de enfermería y después se graduaron en Trabajo Social. Luz Marina la recuerda como una persona ordenada, que se tomaba muy en serio cualquier curso al que acudía y que salía en su defensa ante cualquier problema. Empezó su noviazgo con José Miguel Mendoza cuando era muy joven, una adolescente. Durante años, ella fue el pilar económico de la pareja, pero, en cambio, a cualquier sitio que él quisiera ir, ella lo seguía, según dice la hermana. Durante años, mantuvo una imagen discreta y era frecuente verla vestida con un chándal, porque era la ropa más cómoda. Pero, con el paso de los años, ascendió profesionalmente (llegó a ser trabajadora social en el Febles Campos) y decidió a apuntarse a una academia de baile latino. Luz Marina explica que se le daba bien la salsa y, sobre todo, la bachata. Con todo, su aspecto cambió y ya salía más arreglada a trabajar o a bailar. Como es lógico, amplió su círculo de personas conocidas, que quedaban para salir y divertirse; por ejemplo, en algún local de la avenida de Anaga o de Costa Adeje. Pero esa evolución laboral y personal, a la que tenía derecho, no fue bien asumida por su pareja, que empezó a sospechar que podía tener otra relación y la pareja se rompió. Luz Marina indica que, cuando encontraba en la calle a algunos de sus pacientes del Febles Campos, se paraba, los saludaba y les aconsejaba lo que creía oportuno; eran, como ella los llamaba, sus "loquitos".