El acusado de asesinar a su propio hijo y a sus suegros en marzo de 2013 en Piedra Hincada, en el municipio de Guía de Isora, el caboverdiano José Antonio Gomes Soares, no se acuerda de nada relacionado con los hechos esenciales que marcaron una jornada trágica para la familia Mendoza Bello. Ante una pregunta de la fiscal sobre quién pudo ser si en la vivienda había solo cuatro personas, Gomes Soares afirmó que "seguramente sería yo, pero no sé por qué hice eso, no entiendo por qué me pasó eso". A preguntas de su abogado defensor, el acusado aseguró que "claro que estoy arrepentido" y que si pudiera volver atrás no lo haría.

La postura adoptada por Gomes Soares con sus respuestas contradice lo expresado por los principales testigos, fundamentalmente en lo que respecta a sus discusiones y su mala relación con su esposa, así como en sus movimientos en las horas previas a los tres asesinatos. Ante las preguntas de la fiscal delegada de Violencia de Género, Francisca Sánchez, el procesado negó que la noche antes de las muertes su esposa le mostrara su intención de romper definitivamente la relación y tampoco reconoció que le dijera a la madre de su hijo que iba a golpearla donde más le dolía.

Si hasta ahora la Fiscalía y las acusaciones tenían claro que la pareja se separó en octubre de 2012 y dos meses después ya convivía de nuevo por insistencia del acusado, Gomes Soares negó tal extremo. Reconoció que, cuando residían en Armeñime (Adeje) se separaron y se fue a Adeje a vivir de "ocupa", pero que entonces su esposa le llevaba la comida y le lavaba la ropa. Y que fue su mujer la que lo invitó a convivir de nuevo. Aclaró que, al inicio de su matrimonio, su relación con sus suegros era buena, pero que se fue deteriorando y enfriando, sobre todo con su suegra, con la que no hablaba. La misma falta de comunicación existía con su cuñada, a pesar de que residían en el mismo edificio. Coincidió con los argumentos de su abogado, al asegurar que en la familia y en las decisiones importantes sobre su hijo "era un cero a la izquierda" y "se sentía acabado". Además, negó en varias ocasiones que acosara o que vigilara a su esposa en el lugar donde trabajaba para que no hablara con otros hombres. Llevaba casi 5 años sin consumir alcohol y esa jornada decidió beber coñac. Y en ese punto se contradijo, pues a veces afirmó que no llegó a estar borracho porque había comido bien y después afirmó que estuvo "embriagado". Recuerda que, tras almorzar, se acostó a dormir y puso el despertador del móvil y se levantó a las 19:00 horas. Pero no se acuerda de lo que ocurrió después.

La mujer está ingresada y no podrá declarar

José Antonio Gomes Soares tuvo oportunidad de ver el cuchillo que fue recogido del escenario del crimen por la Policía Judicial de la Guardia Civil y reconoció que dicho objeto pertenecía a la familia Mendoza Bello, pero aseguró que no se utilizaba en la planta baja (donde residía con su esposa y su hijo), sino que se utilizaba en la primera planta o en la cocina de la azotea. El mismo cuarto de la azotea en el que presuntamente asestó casi 40 puñaladas a su hijo de 4 años. Aunque pueda parecerlo, ese matiz de a qué cocina pertenecía el arma blanca utilizada en los hechos no es baladí. Y es que, mientras la representante del Ministerio Fiscal, la acusación particular y la acusación popular, ejercida por el letrado Diego Costa, abogan a que estaba en la planta baja (donde vivía el procesado), la defensa plantea el argumento de que formaba parte de la cocina de los suegros de Gomes Soares. Y, si los primeros están convencidos de que el procesado subió el cuchillo desde su apartamento y atacó por la espalda a su suegro, Dalmacio Mendoza; la postura de la defensa difiere completamente. El abogado de Gomes Soares señala que fue el suegro el que estaba usando el cuchillo y que trató de atacar primero al acusado. Y que el procesado sufrió heridas en las palmas de las manos al arrebatarle la referida arma blanca. A preguntas de la acusación particular, el ciudadano caboverdiano señaló que mantenía muy buena relación con su esposa y con su hijo, que dormía en la misma cama con su esposa. Pero pocos minutos después señaló que "no era feliz" y que era considerado como "un cero a la izquierda" por su pareja y la familia de esta. Pero más allá de las palabras, la noticia más dolorosa llegó ayer desde el área de Psiquiatría del Hospital Universitario Nuestra Señora de la Candelaria, con el anuncio de que la mujer que perdió a su hijo y a sus padres en el asesinato estaba ingresada, que no se sabe cuándo le podrán dar el alta y que no está en condiciones de declarar en el juicio. Su hermana testificó ayer, pero a puerta cerrada.