Dos de los numerosos forenses que declararon el miércoles como peritos en el juicio que se celebra por el triple crimen de Piedra Hincada en la Audiencia Provincial plantearon la hipótesis de que los crímenes fueran cometidos por el asesino debido a una pelea desencadenada en un estado de embriaguez. Sin embargo, el criminólogo Félix Ríos planteó ayer una reconstrucción del caso en la que defendió la idea de que "el imputado eligió para cometer los crímenes el día después de que su pareja le anunciara la ruptura de la relación, tras haberla amenazado diciéndole que le iba a dar donde más le dolía".

Ríos dijo que "inició los ataques a la hora en que las hijas del matrimonio asesinado no estaban en casa; la abuela, cocinando en la azotea, y el abuelo, sólo en el salón de la primera planta". Para el criminólogo, los ataques a los abuelos fueron "precisos y agrupados", denotando "destreza, tomándose el tiempo mínimo para acabar rápidamente con el abuelo y poder continuar con las otras dos víctimas". Dichos adultos fueron sorprendidos con los ataques, ya que, entre otras cosas, "las llaves de la vivienda y la azotea estaban del lado de la escalera y ninguno pidió auxilio", a juicio de Ríos. Además, opinó que la razón por la que el imputado regresó a la primera planta a contemplar al abuelo fallecido fue porque debía asegurarse de que lo había matado en el primer ataque, donde tuvo que actuar con prisa para no alertar a la abuela. Tampoco descarta que las zapatillas del agresor aparecieran en habitaciones distintas de la primera planta porque el procesado manipulara el escenario e hiciera creer a los investigadores que había habido una pelea entre él y el abuelo.

La fiscal delegada de Violencia de Género, Francisca Sánchez, recordó en la lectura de las conclusiones definitivas que la exesposa del procesado y su hermana están "muertas en vida", debido a un trastorno postraumático. La portavoz de la Fiscalía negó la posibilidad de que la herida que tenía en una mano Soares se debiera a un enfrentamiento con su suegro, ya que no se halló ADN de este último en el mango del cuchillo. Recordó que las víctimas no tuvieron ninguna posibilidad de defensa y que el acusado no tenía ni tiene enfermedad mental o trastorno psiquiátrico alguno. Apuntó que el consumo de alcohol lo buscó para tener más fuerza a la hora de cometer los crímenes y la bebida no modificó sus capacidades.

El abogado de la acusación particular consideró que los tres delitos fueron cometidos con ensañamiento, odio y superioridad física, por lo que volvió a pedir un veredicto de culpabilidad.

El letrado de la acusación popular, Diego Costa, manifestó que en las tres muertes "no hay paliativos, ni excusas, ni eximentes", pues los asesinatos "no fueron fruto de la locura". Aclaró que "estaba consciente, ni borracho ni ido; el resto es teoría o especulaciones para reducir la pena". Y advirtió de que si estaba afectado emocionalmente, hay que demostrarlo. Sobre el informe de los psiquiatras forenses, comentó que son los únicos que contemplan un eximente, dando por hecho cuestiones "no probadas". Añadió que la tasa de alcoholemia no influyó en grado alguno en los hechos.