El hombre de 37 años que se atrincheró este lunes con un arma durante más de cuatro horas en un bar de Vélez-Málaga (Málaga) ha explicado hoy que lo hizo a causa de "la impotencia" que siente ante "las injusticias" que, según él, está sufriendo en el conflicto que mantiene con sus vecinos.

Gustavo Sánchez, que fue detenido y al que se le ha impuesto una multa de 1.446 euros por un delito contra el orden público, ha explicado que sus problemas con la comunidad de propietarios del edificio en el que se sitúa el bar en el que se encerró, propiedad de su familia desde 1975, comenzaron hace más de una década.

Ha contado que, raíz de los pleitos con los vecinos, hace dos años tuvo que quitar la terraza del bar, aunque posteriormente descubrió por las escrituras que no estaba obligado a ello; y ahora quieren también que cierre una ventana y una puerta que dan a un parque situado a espaldas del establecimiento, "cuando a otros locales no se lo piden".

Sánchez también se ha encontrado con la amenaza de que le van a embargar el bar, que actualmente tiene alquilado, "porque dicen que debo cinco años de cuotas, pero en realidad no debo nada, y puedo demostrarlo".

Ha reiterado que la comunidad de propietarios no le deja acceder al libro de actas, pese a que, además de la cafetería, es dueño de dos inmuebles del edificio, ni ha querido informarle sobre una carta recibida recientemente en relación con su bar, y todas estas circunstancias motivaron su encierro de este lunes.

"La impotencia y la desesperación de saber que se están haciendo cosas a mis espaldas es lo que me llevó a hacer lo que hice, con la intención de reclamar una solución y que todo el mundo supiese al menos lo que está pasando", ha señalado.

Sánchez ha reconocido que se crió en el bar en el que se atrincheró, por lo que al principio se sentía "como en casa", aunque, a medida que fueron pasando las horas y aumentó la presencia policial, empezó a sentir "miedo".

"Me llamó un familiar y me dijo que saliera porque habían llegado los GEO, a ver si me iban a dar un tiro, y lo que hice fue ponerme en un rincón y desde ahí hablar con la Policía", ha relatado el hombre, que tenía consigo una escopeta que estaba inutilizada.

Cuando los negociadores lo tenían casi convencido de que depusiera su actitud, la llamada de un amigo de la infancia hizo que se viniera abajo, "y no me lo pensé más y salí", ha confesado.

Ha tenido palabras de agradecimiento por el trato recibido por parte de la Policía durante una jornada que ha calificado de "muy dura" y ha pedido que lo dejen tranquilo y que no le hagan "más daño".