El fuego arrasa todo lo que se le pone por delante, incluidas las pruebas que pueden ayudar a esclarecer su origen. Obtener evidencias es uno de los obstáculos de la investigación de un incendio, muchas veces más difícil y laboriosa que las pesquisas para dar con un asesino.

Quizá por eso el índice de esclarecimiento de los fuegos está en torno al 40% o 50%, una tasa más baja que la media del conjunto de los delitos pero que se mantiene estable en el tiempo y que, dadas las dificultades de su investigación, puede considerarse "buena".

Así lo asegura el portavoz del Seprona de la Guardia Civil, Salvador Ortega, en una entrevista con Efe horas después de que se hayan conocido los resultados de la investigación de una oleada de incendios en Asturias que sorprendió a toda España, sobre todo por las fechas -en diciembre-, y que arrasó 15.000 hectáreas.

El fuego arrasa incluso con el origen del siniestro, lo que dificulta su esclarecimiento

Esta investigación se ha resuelto con dos detenidos y doce investigados y la convicción de que la mayoría de los incendios fueron imprudentes quemas agrícolas, aunque el mayor, el de El Franco, pudo ser intencionado.

Pero no sido fácil. Nada está más lejos de la realidad que la típica imagen de una colilla de cigarro como la posible causa de un incendio. Si así fuera, las llamas se hubieran llevado consigo la prueba del delito.

Es ahí donde radica la dificultad para encontrar al incendiario, porque casi siempre "las evidencias se queman", resalta Ortega.

A ese obstáculo se añade el entorno del fuego forestal: zonas despobladas en las que es prácticamente imposible encontrar testigos. Y si los hay, casi seguro que no colaborarán porque son parte del entorno social o familiar del supuesto incendiario.