Sulamita O.F., de 33 años, fue juzgada ayer en la Sección VI de la Audiencia Provincial tinerfeña por apuñalar a otra mujer en las chabolas del Pancho Camurria, en Santa Cruz de Tenerife. La Fiscalía pide seis años de prisión por tentativa de homicidio y una indemnización de 2.213 euros. La defensa citó los continuos brotes psicóticos que solía sufrir, sobre todo cuando no controlaba el consumo de droga, o que los psiquiatras pensaron que padecía un brote esquizofrénico que, a veces, le hacía creerse hija de Dios. El letrado defensor pide su libre absolución o un año y 11 meses de cárcel.

Los hechos ocurrieron el 2 de mayo de 2015. La acusada fue desde el Albergue, en el que residía, a la caseta donde vivía la víctima. Llevada por la sensación de que todo el mundo, y especialmente la víctima, le quería hacer daño y robarle la ropa, le propinó cinco puñaladas por la espalda. Pero no existía una especial amistad o enemistad entre ellas, que se conocían de ser usuarias del Albergue. La afectada fue ingresada de urgencia cuatro días y salvó la vida por los pelos. Según la fiscal, si no le hubiesen colocado "un tubo endotorácico para tratar el neurotórax, con toda probabilidad habría fallecido".

Los médicos detectaron en la procesada un marcado síndrome psicótico por consumo de droga y creyeron que pudo actuar "con una capacidad de comprensión de la ilicitud de su conducta notablemente limitada". La acusada apeló a vacíos de memoria, ataques de pánico y paranoias continuas. Varias veces estuvo ingresada por estos motivos en centros de la Península y en uno intentó suicidarse. "A veces estaba nerviosa y pensaba que alguna persona me quería agredir y matar. Pasaba mucho miedo porque todos los días venía gente a pegarme, a robarme el dinero, muchos estaban en mi contra", dijo. Cuando ingresaba en algún centro, la procesada era dada de alta apenas dos semanas después. Para pagar la droga se prostituía desde las ocho de la mañana a las nueves de la noche. Atribuye parte de lo ocurrido a que en los días previos trabajó aguantando un calor de hasta 47 grados. Tras casi dos años en prisión, dice que lo único que quiere es "salir adelante", y poder ver a sus dos hijas, que cuida su suegra. Sobre su relación con la víctima, apenas pudo recordar que le prestó ropa en el albergue y que no era de su confianza. Añadió que sufría un acoso permanente, porque "todos los días venía a robarme y a pegarme". De lo ocurrido el día de los hechos no recordaba casi nada porque "me había pasado" con la cocaína y hachís.

El cuchillo usado lo compró hacía tiempo en un chino y siempre lo tenía a mano, especialmente tras ser violada por varios hombres. Niega que escuche voces, sino que se trata de "cosas que me vienen a la mente". Varios testigos ratificaron lo ocurrido, aunque discreparon sobre si la víctima estaba de espalda durante el ataque, algo que certificaron los peritos.

La Fiscalía dijo que la víctima nunca pudo defenderse y sufrió heridas que podrían haberle causado la muerte. Indica que la agresora solo esgrime su enfermedad mental si ve que puede obtener algún beneficio y solo se sometió a tratamiento cuando le interesó. La fiscal cree que no se ha visto mermada su capacidad para saber lo que hacer con su vida. Opina que padece "una conducta visceral por la vida que decidió vivir y por su voluntad de consumir droga".