La familia de la niña Sheila, fallecida en 2014 después de ser operada en el Hospital Universitario de Canarias (HUC), confirmó que un testigo-perito certificó que en el transcurso de esta intervención quirúrgica se produjo una lesión grave. En concreto, los médicos presuntamente afectaron al pedículo hepático y a partir de aquí se derivaron todas las demás consecuencias que concluyeron en el posterior fallecimiento de la paciente. El testigo-perito afirma que en este punto se sitúa el origen de "todo el problema de la niña y se justifica el curso clínico tan tormentoso que se sucedió a continuación".

En estos momentos, el catedrático y médico N.H.S., el doctor A.M.B. y la pediatra M.L.H., todos del HUC han sido llamados a declarar como investigados a raíz de la querella presentada por un presunto delito de homicidio por imprudencia grave y profesional.

El perito-testigo que intervino ahora confirma que el error médico cometido en Tenerife dio lugar a una isquemia en la vía biliar que luego derivó en una necrosis y posterior peritonitis. Las "graves" lesiones se concretaron en la sección de la arteria hepática por completo y en la vena porta de forma incompleta. Todo lo cual condujo "irreversiblemente" a la necrosis que dio lugar a la muerte de la niña.

Estas conclusiones son extraídas no de los datos objetivos de la historia clínica, sino en base a los hallazgos de la cirugía del primer trasplante hecho en Madrid para intentar solucionar los supuestos errores cometidos en el HUC. La familia, a través de su abogado y doctor en Derecho, Andrés Martín Cruz, solicitó ahora un informe a un perito particular con el fin de que confirme si la lesión del pedículo hepático está en el origen de la sintomatología que presentó la paciente nada más salir del quirófano. Entre ellas, las náuseas, vómitos o dolor abdominal y que al no haber sido diagnosticada y tratada de forma inmediata derivó un mes después en la muerte de la niña.

En los tres días posteriores a la primera intervención persistieron los dolores en el abdomen, las náuseas y vómitos, aparecieron el decaimiento y la fiebre, sin que los cirujanos imputados tratasen de diagnosticar las causas, según la querella, que añade que se limitaron a prescribir un tratamiento contraindicado para estos casos. Pese a reconocer el riesgo que existía tras la operación, "optaron por mantener una actitud pasiva y no actuaron en la confianza de que no se produciría daño alguno a la menor".

Para los familiares, todo lo ocurrido, supuso "un trauma porque la niña, que estaba llena de energía y vitalidad ingresó en el HUC para una operación sencilla, que apenas conlleva dos días de hospitalización y sin embargo jamás salió del hospital, debido a la grave imprudencia profesional cometida". A los veinte días fue trasladada a Madrid y dieciséis días después falleció.