Christiane von Warburg, madre de Carlos, sobrino del empresario Raimundo Toledo, asesinado a finales de 2015, siempre desconfió de la nueva pareja de su hijo, Sandra Pentón. Tal vez no iba mal encaminada, porque en la actualidad se sienta en el banquillo de los acusados y se la considera el cerebro de la operación para matar al dueño de la gasolinera TGas de la carretera de El Médano y quedarse con sus bienes. La desconfianza de la madre llegó al punto de que se entrevistó con la anterior pareja de Sandra, un empresario italiano, quien le aseguró: "Ella no va a soltar a tu hijo hasta quitarle la última camisa".

La mujer también aclaró que, tras el asesinato, Carlos llegó a un acuerdo para cobrar 10.000 euros al mes durante 21 años, pero que no recibió los 4.200.000 euros de golpe. La madre se confesó cansada de luchar desde que su hijo era adolescente para sacarlo de las drogas y la situación empeoró cuando conoció a Sandra. "La impresión que me dio siempre fue mala, mala, mala? Estaba asustada por lo que pudiera ocurrir", explicó.

En las fechas en que tuvo lugar el asesinato, Carlos no se podía levantar de la cama tras sufrir un accidente y su madre está segura de que su pareja le daba "tranquilizantes y no sé si hasta le traía la droga". Dijo que Sandra se hizo con las riendas de la casa, hacía "lo que le daba la gana" y era la que iba a buscar el dinero que el tío le daba mensualmente.

Ayer trascendió un llamativo dato. Alexander, otro acusado y amante de Sandra, se presentó una vez como "Iván" ante una mujer que alquilaba un piso. Precisamente, el imputado atribuye la autoría del asesinato a una persona con este nombre, de quien dice que es idéntico físicamente a él, y a Carlos Toledo. El sobrino también intervino en la vista. Su declaración fue, como mínimo, pintoresca. La magistrada tuvo que intervenir continuamente para que sus respuestas se centraran en las cuestiones por las que era interrogado, dada su continua tendencia a extenderse en todo tipo de detalles: desde la imposibilidad de que el cartílago se recupere a contar todos los viajes que hizo con Sandra.

Dijo que contrató a Alexander como chófer porque estaba casado con un hombre llamado Vicente y su madre le advirtió de que Sandra se acostaba con todos los que antes habían ocupado ese puesto. Pero la verdad es que ambos se convirtieron en amantes. Toledo dijo que contaba algunos aspectos económicos a su pareja y que la había autorizado para que fuera a recoger el dinero a la gasolinera y a disponer de sus tarjetas. Declaró que con su tío siempre tuvo una buena relación y le pagaba todo lo que le pedía. Una vez le hizo una transferencia de 15.000 euros cuando estaba en Miami y su tarjeta se quedó sin fondos. Cada mes cobraba 1.700 euros sin trabajar, a parte de otras cantidades más que le daba cuando lo necesitaba.

Raimundo le explicó a Carlos, a grandes líneas, la venta de una parcela a una cadena de comida rápida, que supuestamente es la que desbordó la ambición de la mujer de origen cubano que está sentada en el banquillo. Al sobrino de Raimundo, particularmente, el precio que iba a recibir le pareció bajo. Fue Sandra la que informó a Carlos de la muerte de su tío. "Llegó un día con el periódico y me dijo mira lo que ha pasado", recordó. Cuando le preguntaron si conocía al tal Iván, contestó que seguramente alguno de sus amigos tenía ese nombre.

Acto seguido añadió: "¿Pero de quién es familia?" Él, por su parte, había visto a "un montón de cubanos" que se parecían a Alexander. Intervinieron algunas antiguas parejas de este último y la esposa de Diego Claudio G.G., también imputado, quien ratificó los continuos viajes a Santa Cruz en la noche del 15 de diciembre para recuperar el coche que habían dejado abandonado frente a la vivienda del empresario. Otra tanda de intervenciones se centró en empleados de la gasolinera. Todos ellos confirmaron que durante los últimos tiempos quien iba a cobrar era Sandra. El día 16 se mostró especialmente interesada en que los trabajadores supieran que había perdido su coche, el que supuestamente se utilizó para vigilar a Raimundo, y también acudió cuando se anunció la muerte de este. "Ella no parecía nerviosa, pero su hija sí lo estaba", señaló una empleada. Todos coincidieron en que tío y sobrino mantenían unas buenas relaciones.