La autopsia realizada al cuerpo del empresario tinerfeño Raimundo Toledo, secuestrado y asesinado el 15 de diciembre de 2015, desvela que su muerte se debió a los fuertes golpes de los que fue objeto, media hora antes de ser quemado en el maletero de su coche. El cadáver fue hallado en el mirador El Centinela de San Miguel, y al ser analizado al día siguiente de la muerte presentaba un avanzado estado de carbonización. La temperatura había sido de tal intensidad que el cuerpo se llegó a fundir con el maletero y tanto el tórax como el fémur desaparecieron.

El elevado grado de carbonización se revela en datos como que un hombre de 1,90 metros de altura cuyo peso en vida podía rondar los 90 kilos se redujo a apenas 36. Faltaban manos y pies, la masa encefálica estaba totalmente cocida y el peroné carbonizado.

El estado del cadáver hizo imposible determinar las lesiones externas sufridas causantes de la muerte. Todos los indicios apuntaban a que el fallecimiento se produjo antes del incendio porque no se halló síntoma alguno de asfixia por inhalación de humo. Lo que sí se encontraron son evidencias de fuertes hematomas y profundas lesiones, signos inequívocos de que recibió golpes "muy fuertes" y llevados a cabo con mucha continuidad y gran intensidad, cuando la víctima aún se encontraba con vida. La agonía pudo durar alrededor de una hora.

Los forenses también analizaron al imputado, Diego Claudio G. G., quien había denunciado malos tratos por parte de la Guardia Civil cuando fue interrogado. El acusado presentaba lesiones como enrojecimiento de mejillas, erosión en el labio inferior y daño en un dedo, por lo que el perito no descarta que se debieran a golpes propinados por la policía. Pese a que Diego aseguró que consumía cinco gramos de coca diarios por aquellos tiempos, el facultativo no halló síntomas de que fuera toxicómano o estuviera bajo los efectos del síndrome de abstinencia.

Las grabaciones realizadas al teléfono de Carlos Toledo, sobrino de Raimundo, demuestran que se situó totalmente al margen de la operación supuestamente orquestada por su pareja sentimental, Sandra Pentón, para acabar con la vida del empresario. Carlos ocupó durante varios días el número uno de la lista de sospechosos después de que la viuda sacara a la luz su fuerte adicción a las drogas y la desavenencia que había surgido sobre la venta de una parcela.

Pero de la escucha de las grabaciones se desprende que se enteró de lo ocurrido por la prensa. En una de las llamadas interceptadas, hecha a su pareja, le comunica con asombro: "Dice que mataron y secuestraron a mi tío. ¡Pero si yo pensaba que estaba en Barcelona! Mira a ver si puedes pasar por la gasolinera" (propiedad del fallecido). La respuesta de Sandra aparenta sorpresa: "No me he enterado de nada. Voy a pasar por allí a ver".

El 18 de diciembre, el también acusado Alexander R. R. llama a su amante y le dice: "¿Leíste el periódico de EL DÍA de hoy? Viene todo". A lo que ella responde: "Te lo iba a llevar para que lo vieras. Vente p''acá", seguramente al sospechar que los teléfonos estaban intervenidos.

El sobrino se muestra en todo momento incapaz de relacionar a su pareja con lo sucedido. "Me llamó Sandra llorando, no sé por qué", le dice a la hija de esta. Incluso cuando Pentón es detenida se muestra sorprendido de que no lo haya elegido a él como el destinatario de la única llamada a la que legalmente tiene derecho.

Toledo insta en varias ocasiones a la hija de la acusada a que recuerde a los agentes que su pareja había denunciado que le robaron el vehículo en el que se realizó la espera frente a la casa del empresario. "¿Les dijiste que tenemos cuatro coches?" Pero es más, resalta lo inverosímil de lo ocurrido: "Esto es imposible. ¿Cómo van a dejar un coche para hacer una cosa y lo dejan delante de la casa donde hicieron la cosa?", se pregunta.

En jornadas posteriores sigue defendiendo a su pareja y recuerda que por esas fechas estaba ingresada en una clínica. El día 20 lo llaman a declarar y así resume a un amigo lo ocurrido: "Me dieron caña y fuerte, pero al final me dijeron que me podía ir tranquilo a casa". Y es que, según los inspectores, el consumo de droga había dejado al sobrino en tal estado que lo descartaba como posible autor de los hechos.

Previamente le habían amenazado con detenerlo si no confesaba. "Me están presionando cada vez más. Me intentaron coaccionar diciendo que Sandra me ponía los cuernos con el calvito cubano. Sí, Álex, el que nos ayudaba. Creo que lo tienen metido en el rollo también". Toledo lo defiende hasta el punto de descartar cualquier posible vinculación del amante de su mujer en la trama: "¡Cómo va a ser eso, si Álex es un pedazo de pan!", llega a decir.

Toledo se muestra sorprendido con las noticias que aparecen en los medios: "¿Cómo van a secuestrar a una persona y dejan el coche delante de la casa? ¿A quién se le ocurre eso?". Pero según transcurren los días, disminuye su apoyo a Sandra. "En caso de que fuera ella, no sé cómo alguien pudo dejar el coche sabiendo que es de la gasolinera?", comenta.

En la sesión de ayer intervino un especialista en armas, que certificó que la pistola encontrada en el coche propiedad de Pentón está reglamentada y su uso precisa de un permiso especial que otorgan los ayuntamientos, un paso que no se había cumplimentado en este caso. El experto añadió que estas pistolas "no son un juguete" y que efectivamente pueden hacer daño. Solo un especialista podría detectar la diferencia con un revólver verdadero.