YA HE DESCRITO la playa que yo conocí hace más de medio siglo y la que tenemos ahora. Esta no ha mejorado nada, es más, algo pasa que las aguas en algunos puntos discurren turbias y da la impresión de que se ha remansado pareciendo más un lago que una playa con sus "marullos". No deseo en ningún momento que parezca que pretenda hacer uso de una crítica, legítima a todas luces, ya que mi afecto al pueblo de Arona y a su playa de Los Cristianos ha quedado acreditado sin duda, aunque el amor por mi Santa Cruz del alma no admite parangón. Tal es así que el mismo día de mi jubilación y día de mi cumpleaños causé alta de nuevo como vecino de la capital. Allí poseo dos viviendas, pero obligaciones familiares ineludibles me han impedido trasladarme del todo al lugar de mi cuna.

Mi vida en Arona aumentó mi caudal de experiencia profesional. La profesión, la fundación de la Cruz Roja, levantar el deporte del balompié, que estaba adormecido, administrar justicia; escribir, siempre escribir, realizar otros estudios y un largo etcétera. Lo que quiero dejar claro al consistorio de Arona es que quedan muchas cosas por hacer, que Los Cristianos, principal fuente de ingresos del municipio, está siendo abandonado a su suerte.

Recordar porque es de ley que los ayuntamientos de la categoría de este en la otra etapa de política de la nación no cobraban nada, ni el alcalde ni mucho menos los concejales. Ni los jueces de paz ni los delegados de la Federación de Fútbol. Es más, costaba dinero del propio bolsillo. Yo pude comprar mi coche en 1963 después de dieciséis largos años, desde el inicio de mi ejercicio profesional, y cuando tenía que subir al juzgado a una declaración, un juicio de faltas o cualquier otra diligencia lo hacía en mi coche y la gasolina la pagaba yo. Los alcaldes eran nombrados a dedo y a dedo eran destituidos.

Esto me recuerda cuando yo prestaba mi servicio militar en Madrid, que un sábado del mes de mayo del año de 1952, y debió de ser el día 28, el último tranvía desde la Plaza Mayor a Carabanchel, con los raíles desgastados de la vía, descarriló a la altura del puente sobre el río Manzanares, que por suerte no llevaba agua y hubo una cantidad elevada de heridos y fallecidos. Yo, que pernoctaba en una casa de familia en la calle San Miguel, junto a mi amigo, paisano y compañero de mili Isaac Benhaggay, pude seguir con todo lujo de detalles el siniestro. Esa misma noche fue destituido "a dedo" el alcalde de Madrid, el conde de Mayalde.

En esta etapa política, los concejales eran elegidos por votación interna en tres grupos, tercio familiar, empresarial y profesional, creo no equivocarme. Un día, entre el 66 y el 69, tiempo de mi mandato como juez de paz y presidente de la Junta Electoral Local, se descubrió que uno de los candidatos no era vecino de Arona, al menos así figuraba en el censo electoral. Denuncié el caso a la Audiencia y todavía espero la respuesta. El sujeto fue elegido por unanimidad y más tarde hasta fue alcalde. A mi juicio, el hecho de estar afiliado al único partido legal del momento le "autorizó" a ser nombrado. "Cosas veredes, amigo Sancho", dijo el viejo hidalgo, que no estaba tan loco. Hoy todo son apetencias políticas y son como pulpos. Le vas cortando los rejos, pero mientras no le vuelvas la cabeza al revés no fenece. Al menos eso me han contado los pescadores de estos cefalópodos.

Y vayamos ya con lo que yo -es una hipótesis- haría en la playa de Los Cristianos para mejorarla. En primer lugar, hay que quitar, pero ya, las enormes rocas que están al lado del chalet de la familia Tavío Peña, el citado y bello recinto, pagar su precio justo y conservarlo para instalar en él una especie de museo de la pesca y el mar. Fotos, incluidos antiguos pescadores, también de Las Marchantas. Ejemplares de libros sobre Los Cristainos (léanse Nelson Díaz Frías y José Marcos Brito Martín). Aparejos de pesca, redes, etc. Conservar el pasado es una premisa obligada que perpetúa nuestra historia para generaciones venideras. Más allá, pagar su precio justo y demoler la casa de la familia Ledesma, que está sobre una roca. Después, y no lo tomen a broma, plantaría a lo largo de toda la playa palmeras gigantes del desierto, al igual que en el Levante peninsular. Yo ignoro los viajes que habrán realizado los miembros del Consistorio aronero, pero yo de las Islas Canarias solo me quedan El Hierro y Fuerteventura. He visto el 80% de la península Ibérica, incluido Portugal, y diez países de Europa, algunos dos o tres veces, como Reino Unido, Francia e Italia.

Hablando de muelles, y no me tachen de visionario, vería la forma (planos, permisos, financiación, etc.) para construir un muelle de atraque de cruceros turísticos, que La Gomera y El Hierro son islas pequeñas y los tienen. Menuda fuente de riqueza para este municipio. Y hay que visitar las calles, enterarse de cómo transcurre la vida, hablar con los vecinos. Yo he visto a alcaldes de Santa Cruz paseando solos por las calles, y en Viena vi al presidente de Austria, Kurt Walhein, solo, sin escolta, caminando por una calle de tiendas. Nos vio mirando y saludó.

Hay que modernizar el pueblo marinero y ponerlo a la altura que merece, que esta playa es la perla y la que ha dado riqueza y prestigio al municipio de Arona. Y yo no nací aquí, es más, el mismo día que cumplí la edad reglamentaria, el 10 de marzo de 1995, se me notificó mi jubilación obligatoria. Ya saben cómo lo celebré, causando alta como vecino, en mi tierra, la que me vio nacer, Santa Cruz de Tenerife. Yo sigo la mayor parte del tiempo aquí, porque ese es mi deseo y porque mi familia lo necesita, pero mi corazón ha estado siempre con mi Santa Cruz del alma. No obstante, aquí trabajé duro y aquí nacieron mi esposa y mis hijos. Y he realizado muchas labores por este municipio, más que muchos que vieron la primera luz aquí.

En su momento hablaremos largo y tendido sobre la circulación rodada, sobre todo en la avenida Juan Carlos I, y las bicicletas. Tema este último para lo que les recomiendo una visita a Amsterdam, capital de Holanda, para que conozcan un carril de bicicletas modélico. Sobre el tráfico ya publiqué un artículo que titulé "Un radar por Los Cristianos" y que serviría para pagar la nómina de -eso me dicen- 130 agentes. Recordar que a mi llegada en 1954 solo había un policía municipal y en septiembre de aquel año llegó otro. Ya los recordé con afecto en mi libro dedicado al pueblo de Arona. Y el cuartel de la Guardia Civil, con un cabo y tres agentes. ¡Qué tiempos para el recuerdo! Serán muchos los temas a tratar. Si Dios me da vida y claridad de juicio, tocaré todos los temas, que puede ser que en algunos momentos puedan molestar a alguien, pero intento escribir en libertad y que estas mal hilvanadas líneas sirvan de prosperidad para esta zona que tanto me ha dado. Hasta la próxima.