Bruno González Marrero es, sin duda, el juez de paz más veterano de la historia del municipio de Fasnia y, probablemente, se encuentra entre los miembros más longevos dentro de su gremio en Tenerife, pues a sus 88 años de edad aún sigue ejerciendo el cargo, en el que en este mes de diciembre cumple 29 años desde que empezó a impartir lo que él denomina "un ejercicio de imparcialidad y de responsabilidad".

El pasado jueves se le entregó la Medalla de Oro de San Raimundo de Peñafort, que le fue concedida en 2010, por sus méritos en beneficio de la justicia.

Este vecino de Fasnia, nacido en 1923, también disfruta de la medalla de oro de su municipio, además del respeto de sus vecinos, ya que, al margen de su fructífera actividad profesional en distintos sectores, también ha desempeñado el cargo de fiscal entre 1964 y 1969 y fue el responsable del club de la tercera edad, del que fue fundador.

Bruno González recuerda que asumió esta responsabilidad "porque poco a poco me fueron convenciendo, hasta que te das cuenta de que para echarte fuera luego cuesta", aunque dice es algo que ejerce aún sin percibir un sueldo a cambio, una mezcla de compromiso y vocación.

Comenta que para ser juez de paz "me ha valido mucho mi trayectoria profesional y el contacto con las personas", ya que a lo largo de su extensa vida ha tenido la oportunidad de dedicarse a la agricultura, estar detrás de la barra de un bar, en el mostrador de una ferretería, en el de una tienda de comestibles o su dedicación a la venta de muebles, profesiones de cara al público, "algo difícil, sobre todo en un pueblo pequeño". Sin embargo, desde su experiencia, confiesa que hay que mantener la política al margen, aunque recuerda que su incursión a este cargo se remonta "a antes de la muerte de Franco, pero con posterioridad, en plena transición, me trasladaron a Granadilla" para luego afrontar desde Fasnia la época democrática, a través de la cual ha estado ejerciendo.

Señala que lo más importante de esta tarea "es ayudar a los vecinos, para evitar problemas entre ellos y que lleguen a un juicio que derive en males mayores", abogando por el consenso entre las partes en litigio. Recuerda que en más de una ocasión se trasladó con su coche particular hasta los domicilios de los vecinos inmersos en un pleito o una disputa, "para poder arreglar los problemas in situ, algo que prefería antes de que se armara un lío".

La mayor parte de los conflictos en los que tenía que intermediar estaban relacionados con lindes de terrenos o servidumbres de paso, en una época donde los documentos no aclaraban realmente las divisiones de las propiedades, sino que empeoraban la situación, "pero en tantos años se arreglaron bastantes cosas irreconciliables". En este sentido, recordó que "una vez solucioné un problema muy gordo, porque eran dos brutos muy grandes los que estaban enfrentados, que acudieron a la conversación a la que los convoqué con sus machetes, pero tomé la decisión de establecer el lugar de paso por donde había sido históricamente, algo que salvó la situación, y a mí también, afortunadamente".

Presume de que a lo largo del tiempo "he desempeñado una responsabilidad y no un trabajo, y lo que más me enorgullece es haber resuelto las cosas por las buenas".

Confiesa que lleva un año "detrás de pedir la jubilación", y parece que ese momento está próximo, pues la junta encargada de ese nombramiento ya ha designado al que será su sustituto. Sin embargo, remarca que para él ha representado todo un orgullo ser el juez de paz, "porque yo también tenía una deuda con Fasnia, ya que sus gentes me han ayudado mucho en mis negocios y he sentido que tenía que devolverles ese favor".

Su experiencia le otorga la suficiente visión como para diferenciar las realidades a las que debía asistir años atrás con las actuales, "pues hace muchos años los conflictos estaban relacionados con el campo, principalmente, pero ahora la gente ya no pelea y va directamente a los juzgados. Ya no se pelean ni los perros", -señala en tono irónico-, pues dice que es una realidad que "me quita trabajo y parte de mi responsabilidad", que ha podido desempeñar durante mucho tiempo "gracias a mi secretaria, que es una persona responsable y trabajadora, que me ha orientado y ha evitado también muchos problemas".

Revela que el secreto para ser un buen juez de paz, y que ha aplicado durante su trayectoria, "radica en ser apolítico, honrado, no tener ningún tipo de odio; acatar los que viene de los juzgados y no recibir ningún obsequio de nadie".