La Ruta del Hermano Pedro es una experiencia con diversas motivaciones, desde la espiritual hasta la deportiva, pasando por el redescubrimiento del paisaje sureño o los elementos etnográficos o medioambientales.

Ayer, las vivencias comenzaron temprano, a las seis y media, con una misa en la iglesia de San Pedro, el templo donde fue bautizado el "Santito de los cabreros" en el siglo XVII. Hermano Pedro, según algunos cronistas, nació en la casa de sus padres, situada muy cerca de la citada parroquia.

Más tarde, con el "frescor" de la mañana, los centenares de participantes enfilaron los casi 20 kilómetros que tenían por delante. Rodearon las montañas de Las Mesas y Las Coloradas, a través de una ruta que, durante siglos, siguieron los cabreros chasneros hacia la costa. Después, alcanzaron la zona de La Martela y la espectacular visión de los tajinastes floridos junto al sendero.

Tras descender varios kilómetros se inicia el Camino de Jaco, que ya figuraba en los mapas del siglo XVIII para llegar a El Chorro, en las cercanías de Charco del Pino.

En este tramo de la ruta prolifera el paisaje transformado por el agricultor y donde se percibe con mayor nitidez la "cultura del jable", como elemento fundamental para garantizar la productividad de las huertas.

El Chorro sirvió para realizar un alto en el camino, descansar y reponer fuerzas, después de varias horas. La segunda parte del recorrido se inicia en los caminos Frangollo y Las Hurtadas, por los que se acceder a un punto intermedio entre San Isidro y las casas antiguas de Atogo. En la lejanía se divisa, siempre imponente, la Casa del Conde, una vivienda solariega del siglo XVIII. La visión de dicho ejemplar de arquitectura tradicional contrasta con los adosados de la urbanización Los Cardones, modernos y funcionales.

Desde ese enclave, ya se divisa la autopista del Sur, que ejerce de barrera artificial, la primera desde la salida de Vilaflor, para los caminantes. Ese obstáculo se salva a través de un túnel con iluminación que pasa por debajo de la infraestructura viaria. A partir de ese momento, los participantes en la ruta entran en los terrenos propiedad de Aeropuertos Españoles y Navegación Aérea (AENA). Ahí únicamente queda seguir por llanos de huertas abandonadas y senderos de cabras hasta la Cueva del Santo. Al llegar hay también muchas recompensas: espirituales, de compañerismo, de satisfacción personal por el esfuerzo realizado y por descubrir esos rincones chasneros desconocidos, tras las lejanas huellas de un cabrero universal.

Organización, logística y seguridad

Unas 400 personas inscritas oficialmente y de forma gratuita en la Ruta del Hermano Pedro optaron por dejar sus vehículos en la Cueva a las 5:00 de la madrugada y subir en alguna de las ocho guaguas dispuestas por la organización para acceder a Vilaflor. Otras opciones fueron salir desde el convento de San Luis de Granadilla, la ermita de San Isidro o El Médano.