El 16 de noviembre de 2012 Cho Vito pasó a la historia. Aquel poblado de Candelaria situado al borde del mar y pared con pared con la central eléctrica de Caletillas. Aquél rincón de la Villa Mariana fue un día lugar para pescadores (fueran los que fueran) y punto de encuentro de los iguesteros, que bajaban a darse el chapuzón y a buscar algún que otro pescado. Aquel sitio que ocupó una treintena de viviendas blancas que fueron primer, segundo, tercer o cuarto lugar de residencia ya sea de propietarios, sus familiares, sus amigos o los amigos de sus familiares. Aquello dejó de existir.

¿Por qué? ¿Para qué? De momento, todavía el futuro de este lugar está en el aire y hay, entre sus exmoradores, quienes (unos cuantos) no pierden la esperanza de que las administraciones tengan que reponer lo que tumbaron. Porque la Unión Europea aún no ha dicho su última palabra sobre este espacio que, según la ley (sentencias en firme las hay), invadía espacio de dominio público marítimo-terrestre.

La excusa de un paseo litoral fue perfecta para hacer desaparecer hogares, para que varias familias tuvieran que buscarse otro cobijo (cierto es que el Ayuntamiento de Candelaria se lo alquiló a algunas), pero hoy Cho Vito es solo un montón de callaos a los que van las olas a dormir, a los que acuden algunos cuerpos a tomar sol y descansar tras el baño, un lugar en el que las palmeras mueren y monumento a la lucha de un puñado de hombres y mujeres con contemporáneos cuyos nombres y apellidos muchos recuerdan, especialmente el de Tomás González. Unos restos de pared aún incrustados en el muro recuerdan que aquello fue Cho Vito.

Las historias personales de cada uno de los que poblaron Cho Vito hasta hace menos de dos años ¬-aunque en 2008 fue cuando tuvo lugar la demolición masiva de las casas- como consecuencia de una década de sufrimiento siguen dejando secuelas. Cho Vito hoy es un lugar para rememorar, tanto para los de allí como para el resto; Cho Vito hoy es "un lugar para llorar", señala con melancolía alguno de los que acompañaron a Tomás, Antonio, Carlota, Montse...

El futuro pasa por Europa, que invirtió dinero en la construcción del paseo que sirvió de excusa para completar la demolición del poblado marinero candelariero. Pero el hoy sigue siendo duro, porque, ilegales y expulsados, aquellos vecinos siguen pagando contribución (cierto que el Consorcio de Tributos no la cobra por orden del ayuntamiento, pero el usuario precavido la abona en la entidad bancaria) y otros servicios municipales, esos que les puso el propio ayuntamiento.

La construcción del paseo que debe permitir un recorrido por casi todo el litoral de Candelaria fue la última excusa. Curiosamente, ese paseo "muere" en la falda de la industria más importante del municipio: la central eléctrica.

Como si quienes demolieron el lugar lo hubieran planificado, en el talud en que nació el poblado (por sus cuevas) se encuentran hoy algunos restos de lo que fueron las casas del lugar. Eso sí, "no es el muro de las lamentaciones".

¿Para dejarlo así? Si bien tiene valor "sentimental" y/o testimonial de lo que ocurrió en 2008 y en 2012, el hecho de que haya restos de algunas casas en el poblado marinero lleva a algunos a cuestionarse si "lo que hay hoy es mejor que lo que había antes".