En el municipio de Vilaflor de Chasna, a 1.620 metros sobre el nivel del mar, se cultivan viñedos de manera ecológica. La variedad de uva que se vendimia en estas latitudes es la listán blanca, que, por sus características, se ha adaptado perfectamente a las condiciones climatológicas de estos parajes.

Los trabajos de mantenimiento de los viñedos, dado lo accidentado del terreno, se realizan totalmente a mano, y el esfuerzo titánico lo realizan los cargadores en la época de vendimia. O sea, en días como estos. Con cajas, cargadas a hombros y llenas de racimos sortean piedras y cuantos obstáculos se encuentran en su inclinado camino, ascendiendo por veredas y, en ocasiones, campo a través, barranco arriba. Cuatro o cinco días de duro trabajo desde el amanecer.

Entre la peonada hay especialistas en vendimiar y en cargar. Estos últimos, los cargadores -siempre hombres- realizan un esfuerzo fuera de lo común. Son 9.000 kilos de uva las que serán transportadas hasta la bodega. Ahí es donde se convertirán en vino blanco, afrutado. Típico de esta comarca que se encuadra en la denominación de origen Abona.

Sergio y Olga son la tercera generación al frente de la Finca Adalberto, orgullosos de mantener vivo el sueño de su antepasado. Además de viñedos, tienen sembrado manzanos que se han adaptado al entorno.

Es la vendimia más singular de cuantas tienen lugar en la comarca de Abona, donde Vilaflor representa el reducto de la producción ecológica más importante y de más prestigio. De hecho, el caldo que se obtiene de la producción de la zona es uno de las que más demanda registra.

La reconversión varietal realizada a finales de los años noventa fue un proceso fundamental en este logro.

Hoy, como durante gran parte del siglo pasado, la vendimia se realiza en este entorno singular con el esfuerzo del ser humano. La máquina aquí no se ve.