Darío se levanta cada día a las seis y media de la mañana. De sus 33 años, lleva 16 como agricultor. Entró en la aparcería después de trabajar "con un señor mayor" como apoyo. Son muchas horas cada día y sin descanso. Es su propio jefe, pero de forma singular. "Cuantos más kilos producimos y vendemos, más gano". Lógico, pero él comparte esas ganancias. La figura del aparcero trabaja a porcentaje y, en estos casos, los beneficios oscilan entre el 25% y el 30% "sin gastos", porque esos se comparten entre el dueño de la tierra y el aparcero. En este caso, Darío asume íntegramente el coste del personal.

Sí, trabajadores con los que cuenta para atender la producción de las 12 hectáreas que gestiona en la Finca las Damas, en Playa San Juan, territorio de Guía de Isora. Permanentemente tiene a su cargo siete u ocho agricultores, cifra que en verano se incrementa en "otros cuatro o cinco eventuales". "No es que vaya de lujo, pero da para vivir". De hecho, de esta forma está pagando "una fanegada que compré en La Palma".

Es el medianero moderno. Esa figura, antaño (especialmente durante los años centrales del siglo pasado) muy habitual en el campo insular que hoy está en desuso. La economía moderna obliga a aplicar aquello de "tanto produces, tanto ganas". Es una fórmula, además, que garantiza al titular el cuidado y la producción de la finca.

Pero el aparcero se encuentra con otros problemas. Uno de ellos es la mano de obra. "No encuentro jóvenes que quieran trabajar en esto. Es más, la juventud desconoce lo que hacemos con los plátanos". No debe sorprender, por tanto, que esta afirmación de Darío: "Los mejores trabajadores son los bolivianos. No es que se les pague menos, todo lo contrario; ganan más porque son los mejores". Y pone un ejemplo: "Cuando voy a La Palma me sorprende que grandes y productivas fincas las lleven bolivianos y quienes estén cargando el plátano sean palmeros. Eso ocurre por algún motivo".

La falta de ayuda a los jóvenes agricultores es un hándicap al que hace frente este sector. "Nunca he recibido ninguna subvención y cualquiera que arranca un morro y planta cuatro matas sí que tiene esas ayudas. Hay cosas incomprensibles".

Y hay otra más: La subvención del plátano. Darío es una más de los que se queja de "lo mal repartida que está". El hecho de que precisen de "un histórico de kilos" para acceder a ese dinero "crea injusticia". Otro ejemplo: "Hay fincas abandonadas o que tienen la cosecha en malas condiciones y que reciben subvenciones importantes. Sin embargo, nosotros, con una producción en estado óptimo, no la recibimos. Aquí pasa algo".

La agricultura es "un modo de vida duro, que requiere esfuerzo. Pero se hace necesario que se investiguen las cosas que están pasando", concluye Darío.