Bastaron ocho horas del 16 de noviembre de 2012 para que las palas terminaran con nueve casas, las últimas de Cho Vito, las que quedaron en pie después del 7 de octubre de 2008, cuando un impresionante despliegue por tierra mar y aire acabó con otras 23 viviendas a la orilla del mar de Candelaria y a la vera de las central eléctrica de Caletillas.

"El mismo amanecer, el mismo día, la misma hora, siete años después", "hace siete años y eso no se nos irá del recuerdo jamás, lo que se vivió ese día en Cho Vito", "ese día no se olvidará nunca", "las familias de Cho Vito fueron desalojadas por el imperialismo de sus casas, mientras la casta política canaria miró para otro lado", "¡Qué injusto! Mientras, otras construcciones siguen ahí, casi metidas en el agua. La vara de medir nunca es igual para todos".

Las redes sociales se convirtieron este año en el foro en el que algunos de los que protagonizaron aquella historia expresaron sus recuerdos amargos. Diseminados, porque la vida sigue, en municipios y casas que, en muchos casos, no les perteneces, Cho Vito es hoy sinónimo de la lucha del pueblo, porque aquellas 31 familias no han terminado de dar su brazo a torcer. Hoy, aún tienen asuntos pendientes. Tanto, que hay quienes siguen pagando tributos por algo que ya no existe porque era ilegal.

Cho Vito hoy es un lugar para rememorar, tanto para los de allí como para el resto; Cho Vito hoy es "un lugar para llorar", señala con melancolía alguno de los que acompañaron a Tomás, Antonio, Carlota, Montse... En el talud en que nació el poblado (por sus cuevas) se encuentran algunos restos de lo que fueron las casas del lugar.

Un paseo, el argumento final que justificó la última intervención (había que invertir o tendrían que devolver el dinero a Europa), sustituye las viviendas de 31 familias y muere junto a la industria más importante de la Isla: la central eléctrica.

"Pasan los años, pero no los recuerdos", apunta alguno de los exmoradores de un poblado que fue marinero.