La amistad, en su definición más literal, tiene asociado el desinterés en lo más intrínseco de su significado. Aunque también es cierto, y casi siempre por una de las dos partes, que desde el principio de los días ha existido la posibilidad de que ese lazo esté movido por cierta inclinación a un beneficio propio, lo que deslegitima todo altruismo, aún existiendo una evidente tentativa a que así no lo parezca.

Pero ya no. Las máscaras se han caído. Hay lugares comunes, planteados en principio como alternativas virtuales a encuentros personalizados, donde reinan metáforas de la amistad que, separada la piel del grano, no dejan de ser estructuras políticas o comerciales con sus particulares, y muy legítimos, intereses. También muchas mentes autónomas pueblan estos parajes, y con su apuesta por la cantidad, hacen que la rueda siga girando. Hablamos, por supuesto, de las redes sociales.

La mujer del César no sólo debe ser honrada, sino también parecerlo. Rabiosa actualidad la de estas palabras del propio emperador en ellas mencionado, aún teniendo más de 2000 años. Trasladadas a la situación que nos ocupa, plantean afirmaciones muy a tener en cuenta: una empresa no sólo debe ser fuerte, sino también parecerlo; un partido político no sólo debe ser confiable, sino también parecerlo; una persona no sólo debe ser interesante, sino también parecerlo. Y, ante esa demostración de rotundidad basada en la apariencia, no hay mayor aliado ahora mismo que las redes sociales.

Los amigos, los fans, los apoyos incondicionales e incluso los comentarios positivos, vienen ahora en cómodos paquetes que abaratan su precio en porcentaje según su tamaño. La tendencia, hasta ahora, ha sido el uso de bots que en muchos casos han reaccionado mecánicamente sacando a relucir la evidencia – a todos nos vienen a la cabeza recientes noticias de partidos políticos pillados in fraganti en reprobables artimañas, con la repetición de cientos de tuits idénticos haciéndose pasar por personales atacando a los rivales-.

Esa mácula en la propia imagen es ya pasado. Ahora a tus amigos, a tus fans, a tus apoyos incondicionales los puedes comprar, y no son ya programas que a la primera de cambio te la lían y te sacan los colores, no, son amigos de carne y hueso, con sus filias y sus fobias, 100% legales, incluidos en esos paquetes y que, por un pequeño incentivo, harán que tu imagen comercial, o personal, o política, resalte un poco más entre la apabullante multitud. La unión hace la fuerza y, además, ¿qué no se compra hoy?